Violeta M
Amanece
Las diminutas hojas de los tamarindos, esquivas como gatos soportan las caricias de la brisa pura de una madrugada fresca. Es primavera. Aún no se ve el sol pero el cielo luce iluminado ya, vestido de gasas livianas y claras como una actriz decadente. El mar sereno se desviste de su blanco encaje al tocar la arena y el horizonte, que apenas se intuye, aún dormido, se deja arrullar tranquilo mecido por olas y nubes cálidas.