La «Metamorfosis» como comedia

Diego Cano
Escritor y ensayista

Imagen: Javier Rupérez

Franz Kafka escribe una literatura que ofrece múltiples modos de leer, una potencialidad de interpretaciones que nos obliga a comprometernos con el texto y buscar sentidos que nunca serán unívocos prestando atención a que no se nos escape ninguno de los detalles que se narran de manera meticulosa. Al ser uno de los escritores más difundidos de la literatura del siglo XX creo que es uno de los más leídos, pero sin ser leído realmente. Hay una idea bastante instalada de que los textos de Kafka son oscuros y generan angustia ya que representan la alienación y el sometimiento del hombre en la modernidad. Sus marcos narrativos se construyen mediante un realismo exacerbado que genera que el lector se identifique con lo que lee y sienta como propias ciertas fatalidades que atraviesan los protagonistas. Sin embargo, el objetivo de este artículo es desanquilosar esa lectura parcial con la intención de poner atención en los elementos absurdos que más que angustia generan risa[1]. A pesar del sentido común instalado y los temas que trata, no es el autor de la angustia, sino que, por el contrario, en su obra rige lo cómico y en este artículo intentaré demostrarlo con La metamorfosis. Como lectores, debemos correr a Kafka de ese lugar en el que lo puso la crítica y encontrar el placer de leerlo en la desmesura como principio constructivo de la trama narrativa. Los ambientes oníricos que se construyen mediante exageraciones, caricaturizaciones, discordancias, deslizamientos incongruentes, ambigüedades y, sobre todo, la naturalización de las situaciones más desopilantes, generan confusión y la necesidad de volver atrás en el texto para no perderse.

En sus textos nada tiene un sentido único, sino que éste varía constantemente. Es una literatura espasmódica, de cambios constantes, en la que todo el tiempo se cuestiona lo que se venía diciendo y los relatos cambian el rumbo abruptamente. Además, es una literatura que por momentos adquiere una velocidad rampante en el delirio.  Desde el punto de vista formal el recurso narrativo, sobre todo en La metamorfosis, es el uso recurrente de la adversativa del “sí, pero…”. El pero o el aunque imprimen una contradicción entre dos afirmaciones donde la segunda tiene mayor grado de verdad que la primera. Muchas veces en Kafka el recurso de afirmar dos cosas de sentido opuesto sin siquiera colocar una adversativa pone al lector en el lugar de reconstruir el sentido de la frase.  Además, el uso de la ironía refuerza esa característica ya que mediante ella los narradores expresan lo contrario a lo que realmente quieren decir.

El hecho de que nos remita a circunstancias que asimilamos como frecuentes tiene que ver con que en sus relatos los personajes toman con una naturalidad absoluta las situaciones absurdas que se les presentan y, si los lectores vemos a través de los ojos del protagonista, nuestra primera impresión desatenta tampoco será de sorpresa. Existen sobrados ejemplos en todos sus textos, en La metamorfosis la tercera persona es engañosa y nos hace pensar desde su lógica: Gregorio Samsa despierta una mañana convertido en insecto y lo que más le preocupa es qué excusa pondrá en el trabajo porque debe faltar. Aunque en sus otras novelas suceden cosas parecidas: Josef K. es detenido una mañana y luego condenado sin nunca conocer el motivo, pero admite que el tema no lo preocupa demasiado; Karl Rossman se traslada irracionalmente de un lado para otro y se enfrenta a situaciones que se tornan cada vez más borrosas y absurdas y él solo se preocupa por su baúl y su salame de Verona; K. llega a una aldea y repentinamente se convierte en el agrimensor de un castillo al que nunca puede acceder.

Los personajes principales de Kafka, a veces nominados y a veces anónimos, condicionan la mirada del lector que se fusiona con la del protagonista y, por eso, lo sumergen en ese mundo que es realista y absurdo a la vez. Los marcos espacio-temporales suelen ser realistas, pero de un modo distorsionado ya que todos los elementos se encuentran exagerados y muchas veces caricaturizados como veremos en La metamorfosis.

Kafka construye su literatura a partir del contrasentido y por eso, aunque la temática a veces pueda parecer oscura en una primera impresión (especialmente si la asociamos a una realidad extra-literaria, una transformación en insecto o ser preso sin motivo), ya que los personajes suelen quedar atrapados en una lógica descabellada sin salida, haciendo hincapié en lo textual podremos notar esos desplazamientos de sentido que producen risa en el lector.

Con cambios de ritmo constantes en la narración, la tensión que producen las escenas inquietantes se libera por momentos gracias a la presencia de elementos cómicos que alejan el relato de lo trágico y lo acercan más a una anticipación a las películas de Charles Chaplin, aún desconocidas en esa época.

Para muchos lectores La metamorfosis es sinónimo de Kafka. Tal vez por su breve extensión. O tal vez por la novedad ficcional de un relato en que ocurre algo que no puede ocurrir, una ruptura con la lógica “realista” o representacional de la “realidad”. Esta nueva lógica puramente de la ficción produce extrañamiento. Lejos de las interpretaciones que intentan explicar la obra por las circunstancias biográficas del autor[2], en este trabajo exploraré una interpretación desde el análisis del texto en sí mismo.

En el comienzo de La metamorfosis, Gregor, su protagonista, tiene una reacción totalmente pasiva ante las circunstancias, pero de a poco se va familiarizando con su cuerpo hasta adquirir una conciencia plena de que es un insecto con dolores y hambre, con necesidades básicas. Despierta de un sueño intranquilo y se ha transformado en un “insecto monstruoso” nos dice el narrador. Ya esta primera frase produce ese extrañamiento, nadie se ha convertido en insecto después del sueño, por lo que el texto nos remite enseguida a confiar en la verosimiltud de su propia historia.

Qué una familia conviva con un insecto con total normalidad, se intente llamar al médico, aunque nunca se lo termine llamando, y la vida siga transcurriendo de manera normal bajo esas nuevas circunstancias, parece un tanto ilógico, sin sentido. César Aira señala que La metamorfosis se trata de una “comedia familiar” [3] al estilo de la serie de televisión Alf al introducir un elemento extraño en la menos extraña de las situaciones.

Si alejamos la lectura símbolica o metáforica que Kafka despreciaba[4], el texto se vuelve plagado de sentidos encontrados generando una sensación agradable de lectura.

Para Vladmir Nabokov, La metamorfosis representa la lucha existencial del artista en una sociedad de pequeño-burgueses que lo van destruyendo todo. Su ensayo “Sobre ´La metamorfosis”» concluye con la siguiente frase: “Por otra parte, el aislamiento, el extrañamiento de la realidad es, después de todo, algo que caracteriza constantemente a los artistas, los genios y los descubridores. La familia Samsa alrededor del fantástico insecto no es otra cosa que la mediocridad alrededor del genio.” La familia de Gregor, como se verá más adelante, especialmente sus padres, lo recluye a una situación de soledad cuando queda imposibilitado para ser el sustento económico de su hogar. En ese sentido, se podría interpretar como una metáfora de la alienación y esto se puede ver en el hecho de que Gregor Samsa amanece convertido en bicho y se preocupa porque va a llegar tarde al trabajo. Ante sus dificultades físicas para levantarse de la cama, sigue pensando en el apuro de cumplir con sus tareas: “Antes de que den las siete y cuarto es indispensable que me haya levantado. Sin contar que, entretanto, vendrá seguramente alguien del almacén a preguntar por mí pues allí abren antes de las siete.”[5] Esa inquietud ilógica demostraría que la enajenación del personaje es tan profunda que no hay nada más importante para él que cumplir con el trabajo; o bien, podría ser una muestra de negación de los hechos, considerarlos como algo pasajero y no tan relevante como para que le impidan seguir con su responsabilidad.

La presencia del apoderado representando al jefe en la casa también refuerza esta hipótesis ya que expone hasta qué punto el mundo laboral absorbe en la intimidad de los trabajadores, sin embargo, Gregor y su familia lo tienen naturalizado, ya que nadie se sorprende por la llegada del superior. Y quizás sea este el recurso central narrativo en La metamorfosis: Gregor se convierte en insecto y nadie se altera demasiado; y en segundos de manera inexplicable el apoderado del jefe llega para reclamar su ausencia del trabajo. El tiempo, el espacio y la forma humana se ve alterada y todo sigue como si nada hubiera pasado, una completa naturalización del absurdo por el narrador. Desde mi punto de vista esa naturalización impone una sonrisa al lector que puede pensar ese absurdo[6].

Además, las exigencias laborales hacia Gregor son tan grandes que se lo acusa de haberse robado dinero por tan sólo poco tiempo de demora[7]. En la línea de Naobokov que refuerza el carácter trágico de la figura del insecto sería una dramática evidencia de la existencia funcionalizada y alienada, una vida marcada por las privaciones, reducido al cumplimiento cronometrado de obligaciones, preocupado por su futuro laboral. Es decir que el insecto sería una metáfora de la deshumanización del hombre sometido a la sociedad capitalista. Sin embargo, es el propio Nabokov quien destaca también lo literario y lo artístico en el texto: “No hay metáforas poéticas que adornen esta historia en blanco y negro. La nitidez de su estilo subraya la riqueza tenebrosa de su fantasía. Contraste y unidad, estilo y sustancia, trama y forma, se encuentran, han alcanzado una cohesión perfecta.”[8].

La interpretación que hace coindicir al insecto con el autor y sus vínculos familiares angustiosos no nos permitiría concentrarnos en el absurdo del relato y el efecto de comicidad, interpretación que Nabokov también rechaza: “La otra opinión que quiero rechazar es la freudiana. Sus biógrafos freudianos (…) sostienen, por ejemplo, que La metamorfosis se basa en las complejas relaciones de Kafka con su padre, y en su perenne sentimiento de culpa; afirman además que, en el simbolismo mítico, los hijos están representados por bichos –cosa que dudo-, deducen que Kafka utiliza el símbolo del insecto para representar al hijo, según estos postulados freudianos.”[9]

Es importante despojarse de la idea más generalizada de la obra como alegoría de la angustiante alienación del proletariado en el capitalismo o de los traumas de infancia del escritor causados por una relación distante con su padre y dejarse llevar por el texto. La irrupción de Gregor transformado en insecto no es un símbolo de alguna otra cosa, sino que es algo que simplemente sucede dentro de la lógica absurda de Kafka, por eso no se deben buscar referentes externos para su interpretación, sino que la transformación adquiere por sí sola un significado dentro de la trama misma. Esta es la idea que sostiene Stéphane Moses, que discute con la interpretación simbolista (Nabokov), reivindicando la ficción y la literatura que se vale por sí misma: “Todas ellas se apoyan en una concepción implícita del texto literario según la cual este tan sólo es la manifestación más o menos <<estética>> de un significado que existe más allá de él, al que la exégesis debe reconducir. Ciertamente, afirmar esto es desconocer que la naturaleza de la obra literaria deriva esencialmente de la ficción, que, creando un mundo imaginario, define asimismo las leyes que rigen su significado. <<Mis historias son imágenes, únicamente imágenes>>, dijo Kafka en cierta ocasión. La transformación de Gregor Samsa en una cucaracha no tiene sentido fuera del relato en el que se produce; no hay ninguna explicación que la justifique. Al contrario, es la misma transformación la que explica el relato; tan sólo ella puede dar cuenta de las tensiones, de las contradicciones y, de forma más general, de la inestabilidad del sentido que lo caracteriza.”[10]

Continuando con el texto, la preocupación de Gregor por llegar tarde al trabajo no es ni muestra de la alienación, ni negación psicológica, sino más como un pasaje humorístico en el que el narrador juega con la tensión del lector y lo sorprende con una salida inesperada del personaje.

Cuando leemos a Kafka en español, nunca debemos perder de vista que estamos ante una traducción. En este libro, el problema comienza desde el título. Die Verwandlunges el original en alemán y da lugar a dos posibles traducciones: “la metamorfosis” o “la transformación”. Si bien la primera es la más difundida, creo que la segunda expresa mejor el sentido de la obra ya que “metamorfosis” alude al desarrollo de un cambio biológico que viene de la propia necesidad interior como, por ejemplo, sucede en el ciclo vital de una mariposa. En cambio, la “transformación” es un efecto que se produce de manera repentina, al igual que el cambio de Gregor que se da literalmente de la noche a la mañana: un día despierta y sin entender por qué se percibe convertido en un insecto. La ambigüedad del título también está presente en relación con la trama. La transformación de Gregor en insecto es la más evidente porque se trata de un cambio físico y, además, el texto está narrado cercano a su punto de vista, por lo cual los lectores percibimos de manera mucho más directa sus sentimientos. Sin embargo, a medida que avanza el relato se puede notar cómo la transformación también afecta a todos sus parientes ya que la condición de Gregor modifica toda la dinámica familiar afectiva y principalmente económica siendo éste el proveedor de la casa, y esto genera que los personajes vayan evolucionando desde su primera reacción hasta el final.

El cambio de la hermana es casi tan notable como el del personaje principal y hasta se podría afirmar que es el tema subtextual del relato. Con respecto a su vida personal, Grete parece adaptarse rápido a la nueva situación, deviene en una mujer más decidida y comienza a trabajar para compensar la falta de sustento económico que antes provenía de Gregor; es decir que poco a poco va reemplazando la pieza que falta en el rompecabezas familiar. También, fuera de su horario de trabajo, toca el violín para los inquilinos y aprende francés y estenografía para poder conseguir un mejor puesto laboral. No es azaroso que estudie esas dos disciplinas y eso no sólo se relaciona con un sistema económico basado en el mérito, adquirir estos conocimientos le permite ampliar sus capacidades comunicativas y justamente el problema en la comunicación entre Gregor y su familia o, mejor dicho, de su ausencia es uno de los ejes del relato. Las idas y vueltas en la dificultad de la comunicación familiar en el relato están descriptas de manera grotesca, exagerada casi de caricatura.

La actitud de Grete hacia Gregor es de una enorme ternura al comienzo, lo cuida como si fuera un enfermo, pero de pronto, al lograr cierta independencia económica se vuelve cada vez más indiferente. Al comienzo, es la única que se atreve a entrar al cuarto y ayudar a su hermano Grete es la que más se preocupa porque a Gregor no le falte comida y porque se sienta cómodo dentro de su habitación, por eso, cuando nota que a su hermano le agradaba subir al techo, decide mover todos los muebles para facilitárselo.

Teniendo en cuenta eso, su transformación es la más violenta de todas ya que al principio empatiza con él y es la única que lo cuida, pero luego su actitud es cada vez más hostil: le da de comer cualquier cosa, le empuja el plato con el pie y lo retira por la noche usando una escoba. Esta apatía llega a su máximo extremo cuando se impone a los padres con un golpe sobre la mesa y el narrador le cede la voz mediante el uso del discurso directo para manifestar su sentimiento egoísta: “Ante este monstruo, no quiero ni siquiera pronunciar el nombre de mi hermano; y, por lo tanto, sólo diré esto: es forzoso intentar librarnos de él.”[11] Con esta sentencia demuestra que deja de identificar a Gregor con el insecto y lo deshumaniza para poder deshacerse de él. Podría pensarse también que la transformación verdadera que se da en el texto es la de la hermana y no la de Gregor que sucedió antes del comienzo.

 El uso de la expresión “humanamente” para hablar de su hermano devenido en animal es una ironía del narrador que refuerza la perversidad de la hermana, sumado a que la última frase pone en duda la moralidad de sus buenas intenciones del comienzo. En el lector surge la duda de si cuidó a su hermano por cariño, por vanidad, para obtener la atención de su familia o tal vez para evitar la desaprobación de la mirada ajena. Este cambio radical en los vínculos da cuenta de un procedimiento kafkiano que consiste en las vueltas abruptas de la trama narrativa, dejando al lector siempre frente a algo intesperado. Todo se modifica y se vuelve opuesto al episodio anterior, por eso son tan recurrentes las adversativas: “Se oyó un golpe sordo, pero que no podría propiamente calificarse de estruendo.”[12] El cambio naturalizado y sin explicación en el texto del humor de la hermana generá sospechas que imponen una posible lectura con humor negro[13]. Lo mismo que la llegada inesperada de unos inquilinos (nunca antes habían tenido inquilinos) a la casa donde vive un familar convertido supuestamente en insecto. La situación de los inquilinos conviviendo con Gregor transformado es de tal absurdo que la risa se impone como efecto liberador de la tensión narrativa.

La mutación de sus padres también es llamativa, aunque a diferencia de su hermana, nunca sienten compasión, sino que su propia familia lo repele y siente repugnancia. Luego, la madre se muestra optimista, piensa que puede volver a su estado anterior y por eso le dice a la hija que sería mejor dejar las cosas como están. Siente nostalgia ya que considera a su hijo ausente, a pesar de que estuviera abajo la sábana. En cuanto al padre, luego de la transformación de Gregor, deja su inactividad y el narrador da a entender por medio de las descripciones que su vida mejora. Al igual que Gretel, el padre toma una actitud tan hostil hacia el insecto que hasta le causa la muerte ya que nunca lo identifica con su hijo. Durante todo el relato parece tener una actitud bastante pasiva moviéndose con pesadez. Esta quietud se rompe con un cambio espasmódico cuando comienza a tirarle trozos de manzana al insecto, uno de los cuales le genera la infección que lo deja prácticamente inmovilizado y lo termina matando. Es una especie de chiste trágico que muera de hambre teniendo comida en la espalda y resulta absurdo que previamente se había caído del techo sin que le pasara nada y, en cambio, la manzana la tiene un mes incrustada en la espalda. Toda la escena del padre arrojándole manzanas a Gregor y finalmente insertándole una en la espalda, se parece bastante al humor de un dibujo animado caricaturesco. Lo llamativo de esta escena es que no hay ningún motivo como para que el padre reaccione así, no sucede absolutamente nada que justifique que arroje las manzanas. Una vez más el narrador naturaliza una situación inverosmil que de tan sinsentido que se transforma en cómica.

Una de las potencialidades de lectura La metamorfosis se encuentra en la forma del insecto. Aunque está instalado con bastante fuerza en el imaginario colectivo que se trata de una cucaracha, la realidad es que el texto nunca lo describe con exactitud, sino de manera general (“monstruoso insecto”; “duro caparazón”, “vientre convexo y oscuro”, “numerosas patas, penosamente delgadas”). Esta falta de detalles en la caracterización no es casual y le regala al lector la posibilidad de imaginarlo de múltiples formas. Aunque en un momento la nueva empleada lo nombra como un escarabajo[14], mistkäfer (que significa escarabajo de estiércol, Mist quiere decir estiércol y Käfe, escarabajo)”. Este punto es relevante no sólo por el tipo de insecto en que se habría transformado (el texto siempre es ambiguo en ese aspecto), sino porque este último capítulo resalta la hipótesis de que siempre fue un insecto al que el que relata le puso una voz humana. Interpretación que cambia el sentido común que se le atribuye a la obra. Por algo, el autor fue insistente en el hecho de que el insecto no fuera ilustrado[15], una muestra de su vocación por la ambigüedad literaria. Lo más extraño es que Gregor no se asombra de su transformación, sino que la acepta como una desgracia o como una condena inevitable, pero no se sorprende del hecho en sí. Sin embargo, hay una ambigüedad permanente en el personaje y es que mientras sus costumbres se vuelven cada vez más animales, sus sentimientos son absolutamente humanos, como por ejemplo su sensibilidad al escuchar música, y se agudizan al final junto con su calvario. Su gusto por la música, que no poseía en su condición previa, es uno de los rasgos más humanos.

Sin embargo, hay algunos indicios que conducen a pensar que nunca hubo un humano: no tener voz, no ser percibido por el resto de la familia, terminar seco y plano en un cuarto en desuso y ser barrido por la sirvienta.  El texto juega constantemente con esta ambigüedad provocada por una metamorfosis que nunca se completa y que genera la inquietud al lector: ¿Gregor se transformó realmente en un insecto?, ¿es un insecto al que el narrador le da voz humana?, ¿Gregor esta loco?, ¿es una pesadilla? Esa ambigüedad, junto con lo exagerado y absurdo de las situaciones, generan una lectura placentera que posibilita calificar al relato de Kafka como una comedia.


Bibliografía, notas y fuentes:

[1] El primer crítico en señalar la centralidad de la risa en Kafka fue Marthe Robert, retomado posteriormente por Deleuze y Guattari: “Nunca ha habido autor más cómico y alegre desde el punto de vista del deseo; nunca ha habido autor más político y social desde punto de vista del enunciado. Todo es risa, comenzando por El Proceso. Todo es político, comenzando por las cartas a Felice”. (Deleuze-Guattari, 2002, 66/67).

[2] En este sentido parecen pertinentes las palabras de Gonzalo Hidalgo Bayal: “Dicho claramente: podría establecerse una conexión absoluta entre la biografía de Kafka y los distintos episodios de La metamorfosis y hasta serviría para entender los mecanismos de la creación literaria, para descubrir cómo Kafka convertía en materia literaria el gesto más insignificante o la situación más inocua. Sería, sin embargo, una simplificación. ´No se trata de un criptograma Samsa no es por entero Kafka. La metamorfosis no es una confesión, aunque sea, en cierto sentido, una indiscreción´, declararía años más tarde. Conviene, pues, no leer La metamorfosis como una mera derivación literaria de la vida familiar y de la aflicción existencial de su autor. Sería también un error: porque la génesis de una obra no explica ni aclara el resultado.” En Kafka, Franz, La metamorfosis. Madrid: Ediciones Akal, S.A., 2009. Pág. 8.

[3] (Aira, 2008, 11).

[4] “Las metáforas son una de las muchas cosas que me hacen desesperar de la escritura.” Franz Kafka, Diarios, 6 de diciembre del año 1921, página 537, 2015.

[5] (Kafka, 2006. Pág. 99).

[6]  “Los chistes se rebelan contra la tiranía del principio de realidad” (Eagleton, 2021, 33).

[7]  (Kafka, 2006. Pág. 105).

[8] (Nabokov, 2016. 415).

[9] (Nabokov, 2016, 417).

[10] (Mosés, 2012, 45).

[11] (Kafka, 2006. Pág. 150).

[12] (Kafka, 2006. Pág. 101).

[13] “El humor negro es el enemigo mortal del sentimentalismo con aire perpetuamente acorralado – el eterno sentimentalismo sobre fondo azul- y de una cierta fantasía de corto vuelo…” (Breton, 2007, 13).

[14] El detalle es sútil, lo nombra la hermana como escarabajo, es la forma en la que ella lo percibe, no necesariamente como es realmente.

[15] “Se me ha ocurrido dado que en efecto Starke ilustrará la obra, que quizás vaya a querer dibujar al insecto. ¡Eso no, por favor, eso no!” (Wolff, 2010, 52).

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