El aplauso fácil

Juan Alberto Vich Álvarez
Escritor, químico y filósofo

Fecha de publicación: 17/03/20

Se ha vuelto a hacer. Venida la noche, los vecinos del país abren las ventanas y aplauden, en aras de reconocer la labor de los sanitarios y de sus honorables haceres. Pero, ¿qué hay detrás? La «espontaneidad» a la que aluden los medios fue pactado entre grupos de chats.

Un porcentaje generoso de aquéllos, que hacían chocar sus manos con entusiasmo y con una sonrisa tan alegre como boba, eran de los que habían estado hace un par de días apurando el resol en las terrazas (desoyendo recomendaciones). Y mientras éstos hacen alarde de su humanidad —demasiado humana, que diría Nietzsche—, sus parejas o «siervos de bolso y fotografía» los graban para subirlo a sus redes infectas.

A partir de estos días, así seguirá… Como la pastilla de la noche, que se toma de manera inconsciente, perdiendo ánimo y adeptos con el paso de los días y de la moda de turno (¡sálvense los de buena fe!). Los profesionales que se juegan el tipo para facilitar nuestras necesidades, velar por nuestro bienestar, responsabilizar nuestras irresponsabilidades,… merecen todos los «aplausos» del mundo: serios y sentidos.

Se entienden ahora, cuando las andorgas y despensas permanecen aún llenas de donettes. En el peor de los escenarios posibles —que esperemos no alcanzar—: de faltar abastecimiento, de darse saqueos y revueltas, con corralitos y cartillas de racionamiento,… veremos dónde quedan.

De igual manera, los retos o challenges que de tontos se extreman y, hoy día, se traducen en darle pataditas a un rollo de papel higiénico. Esperemos que de una ventolera se desafíe en el silencio y en el civismo, sustituyendo el aplauso por el cumplimiento de los deberes: la reclusión para con el resto, las llamadas a los números sanitarios que correspondan, las distancias de seguridad, etcétera. Darle pataditas a un rollo de papel higiénico, anda que…

Ojalá las acciones que se presumen a través de las pantallas se tradujeran en buenas formas y ejemplar trato hacia los sanitarios, cuerpos del estado, tenderos y peluqueros —aunque estos últimos queden ya en sus casas—, ¡haya o no estado de alarma!

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