-Con motivo del ciclo «Literatura, política, memoria» organizado por Donostia Kultura en el centro cultural Ernest Lluch»
Belén Gopegui
Escritora
Fecha de publicación: 13/03/22
Iñaki Vázquez— Para Sergio Prim, cada “te quiero” resta un segundo de vida a los escasos segundos de la ficción amorosa. Existen ciertas reminiscencias proustianas en “La escala de los mapas”, tu primera novela. ¿El amor por Brezo es un amor de Swann?
Belén Gopegui— Sí que hay esas reminiscencias, y al mismo tiempo no creo que sea ese tipo de amor, no hay snobismo en Sergio Prim ni Brezo tiene las ambiciones de Odette, sí puede haber ese miedo a la pérdida que a veces hace que brote la irracionalidad de los celos, pero muy levemente. Diría que sobre todo es el amor de quien no sabe si será capaz de salir realmente de sí mismo en busca de otra persona.
I. V.— Como profesor de secundaria “Deseo de Ser Punk” sigue siendo uno de mis libros de cabecera. Refleja muy bien la falta de expectativas de la gran mayoría de mis alumnos. ¿Sobrevive Martina?. ¿Recupera la sonrisa de Iggy Pop?
B. G.— Para saberlo habría que escribir la segunda parte, pero desde donde nos deja la novela diré que sí, sobrevivirá porque ya no está sola, sobrevivirá también porque no la dejaremos sola, y esto es determinación más que un diagnóstico de la realidad. Estamos en un momento grave; se necesita la determinación inteligente por parte de quienes ya hemos vivido y podemos hacer algo más que ver cómo está organización desigual roba no solo recursos, también el sentido, y aplasta así las expectativas de la adolescencia y las vidas buenas de la mayoría. Sin esa determinación que conduzca a acciones probablemente solo nos espere más desigualdad, con el daño que arrastra, y más caos. De modo que sí, haremos algo, y pasará el tiempo, y Martina mirará su vida con la capacidad de entender qué hay en esa sonrisa de Iggy Pop; a mi modo de ver lo que hay en su expresión no es una capacidad esotérica ni meramente interior de comprender, sino una capacidad que viene de las experiencias compartidas y, también, de la calma que da una materialidad concreta y que hoy tal vez tengamos que entender de otra manera.
I. V.— Con el tiempo, tu literatura se ha convertido en un arma blanca de denuncia social, (no sé si estás de acuerdo con este cliché). Lo encuentro evidente en obras como “Quedaté este día y esta noche conmigo”. No obstante, en tu última novela, pareces apostar por la necesidad de recuperar lazos afectivos frente a la atomización y la falta de certidumbres actuales ¿Es este el mensaje de “Existiríamos el mar”?
B. G.— Me gusta que recuperes la idea de arma blanca que viene desde La escala y se refiere a la cualidad de arma del papel que hiere con el filo. Ahora bien, en las novelas, me parece, no hay mensajes, hay novelas, y las denuncias deben ir a los juzgados porque al final los clichés impiden ver bien. Precisando la idea de arma diría que las novelas que me interesan son instrumentos para imaginar mejor el mundo, y que la imaginación no está separada del pensamiento, es dialéctica y se desarrolla poniendo en cuestión las imágenes y las ideas recibidas y también dando espacio a lo está aquí pero no se ve porque no se mira. Desde esa dialéctica, en la novela he procurado indagar en por qué parece tan difícil narrar los afectos comunes y, como dice la expresión, corrientes. La transgresión literaria no ha de limitarse a frecuentar lo más excesivo y violento o visceral, etcétera, lo cual por otro lado goza de máxima aceptación y no parece que trasgreda nada. Lo que no se cuenta, lo que se nos dice que no debe ser contado, que no tiene interés, que no es un material literario valioso, abre preguntas sobre quién lo dice y por qué y a qué argumentos obedece. Existiríamos aborda los afectos, y he puesto la mirada sobre unos afectos no desvinculados del mundo ni de la lucha contra lo que hace que esos afectos sean difíciles de mantener.
I. V.— Evocas un potencial de transformación poética/literaria inspirado en Raymond Williams (en más de una entrevista haces mención a ello)… ¿No es pedir demasiado a la Literatura?
B. G.— Lo difícil sería pedir a la literatura que dejara todo intacto, que no pasara nada del libro a la persona que no lee. Todo transforma el mundo incesantemente, la mayor parte de la gran industria cultural avanza en la misma dirección, digamos en la búsqueda de transformaciones que cambien todo para que todo siga igual; al mismo tiempo ha habido y sigue habiendo obras que toman otra dirección, que abren caminos y hacen estallar contradicciones, creo que esas obras nos han construido a muchas personas y nos acompañan.
I. V.— Gracias Belén, abrazo.