El verdadero Ignacio Zuloaga

-Reseña de Suarez-Zuloaga, Ignacio: El verdadero Ignacio Zuloaga, Madrid, Fundación Zuloaga, 2021.-

Sara Hidalgo García de Orellán
Doctora en Ciencias Políticas

Fecha de publicación: 30/03/22

La vida y obra de Ignacio Zuloaga Zabaleta, pintor eibarrés nacido en 1870, ha sido estudiada en numerosas ocasiones. Maestro de la pintura española, la variedad de temas que trató lo convirtieron en centro de muchas polémicas, especialmente por inmortalizar a pobres o las miserias de aquella España de entresiglos. Y, aun así, inspiró enormemente a sus contemporáneos, alcanzó una fama mundial, saboreó las mieles del éxito y cultivó la compañía de los principales intelectuales de la época. Ignacio Zuloaga sin duda, representó bien el momento histórico que le tocó vivir, un tiempo convulso que experimentó la industrialización, los cambios de mentalidades del siglo XX, la emergencia de los grandes movimientos de masas, dos guerras mundiales y una guerra civil. Temas todos ellos de gran interés y que se abordan en el último libro que se ha publicado sobre el tema, El verdadero Ignacio Zuloaga, coordinado por Ignacio Suárez-Zuloaga y editado por la Fundación Zuloaga.

El libro se divide en 21 capítulos que componen los cuatro grandes bloques temáticos: el artista y su contexto, las influencias estilísticas del pintor, los asuntos que más inspiraron al eibarrés y su proyección internacional. En todos ellos se tratan temas novedosos o se dan nuevas perspectivas sobre los ya tratados.

En el primer bloque se analiza el contexto. Por una parte, se aborda el “despertar cultural” del País Vasco durante la trayectoria biográfica del eibarrés, a cargo del historiador Juan Pablo Fusi. En segundo lugar, Margarita Ruyra realiza un recorrido por la historia de la casa “Santiago Etxea”, que Zuloaga mandó construir en Zumaia y donde pasó sus últimos años, y analiza, de una forma novedosa, la casa como un lugar de encuentro, pues allí recibía el pintor a sus amigos y a los principales intelectuales y artistas de la época, y como una obra de arte en sí misma. En tercer lugar, se aborda un asunto que ha hecho correr ríos de tinta y sobre el que ahora se está poniendo un poco de luz, y es el papel de Zuloaga durante la Guerra Civil española, cuando dejó de lado una trayectoria de apoyo a las clases populares –cuando no a lo socialista- y se adhirió al bando nacional, llegando a retratar a Franco y a representar al nuevo estado franquista en las muestras internacionales de arte. Finalizan este bloque los dos capítulos a cargo de Ignacio Suárez-Zuloaga, donde se estudia por una parte el carácter del pintor, los valores sobre los que se asentaba su personalidad y los elementos, sobre todo familiares, que le conformaron identitariamente, y la llamada cuestión Zuloaga, una polémica surgida entre artistas e intelectuales en que se acusaba al eibarrés de mostrar en el mundo una España pobre, atrasada y bárbara, y ser por ello un “mal español”.

El segundo bloque está dedicado a las influencias estilísticas que nutrieron a Zuloaga y fueron inspirando su obra. En primer lugar, se muestra sus búsquedas artísticas de juventud en Italia, a cargo de Mikel Lertxundi, para abordar luego a cómo se fue formando como pintor en la Francia finisecular, donde bullían las corrientes artísticas, expuesta por Eliseo Trenç. Asimismo, se analiza el impacto de los tres maestros que más influenciaron en su pintura, El Greco, Goya y Zurbarán, y cómo Zuloaga bebió artísticamente de ellos. La primera influencia corre a cargo de Javier Barón, la de Goya la analiza Juan José Junquera y Javier Portús aborda la de Zurbarán, completando así tres capítulos que condensan bien esas raíces artísticas del pintor.

El cuarto bloque está dedicado a los temas que más inspiraron la obra de Zuloaga, y aquí también aparecen interesantes novedades. Es conocida la querencia de Zuloaga por lo vasco, lo andaluz y lo castellano, tierras y gentes a las que dedicó numerosos cuadros. La influencia vasca es descrita por Ismael Manterola, la andaluza por José Romero Portillo y Abraham Rubio se encarga de la castellana. Tres exhaustivos análisis que muestran cómo Zuloaga representó estas zonas, plasmando así los sentimientos que le generaban y los lazos afectivos con ellas. En otro capítulo se trata una cuestión subyacente en los análisis, pero no abordada hasta ahora, y es la conciencia social del pintor, cómo él representó a los marginales, a los pobres, a los discapacitados, a los gitanos, a las prostitutas, en definitiva, a todos aquellos sectores sociales que quedaban fuera de la normatividad social de la época. Una primera aproximación, a cargo de quien suscribe estas líneas. También se aborda la influencia del pintor en las artes escénicas de la Belle Epoque, a cargo de María Encina Cortizo y Ramón Sobrino.

El último bloque está dedicado a la proyección internacional del eibarrés, desde su influencia en el mundo latinoamericano (a cargo de Rodrigo Gutierrez Viñales), sus lazos con el mundo artístico de Rusia (analizados por Yuri Savaliev), su acogida en los círculos artísticos checos de principios de siglo ( estudiada por Pavel Stepanek) o sus exitosas giras por América (mostradas por Suzanne L.Stratton-Pruit). Asimismo, se estudia la participación de Zuloaga en las ferias de arte de Venecia y Roma, y cómo a través de ellas vemos su viraje ideológico desde un moderado nacionalismo a principios de siglo a un apoyo sin ambages a la causa nacional, estudio que realiza Eugenia Querci.

Como se observa, nos encontramos ante un libro completo, que aborda de manera exhaustiva y rigurosa todos los temas que influyeron en la conformación artística y personal del pintor, y donde sobresalen, a mi parecer, dos: la cuestión de los marginales y la cuestión de su postura durante la guerra. Este último ha sido objeto de polémicas casi desde su inicio. Que un pintor que se jactaba de tener amigos gitanos, hablar caló, participar en todo tipo de fiestas populares o apoyar la causa socialista, acabara uniendo su nombre al bando nacional sin duda resulta sorprendente. Como bien apunta Novo, quizás su miedo al comunismo pesara mucho en su decisión (como en la de muchos intelectuales que antes habían apoyado la causa republicana), pero seguramente la gota que colmó el vaso en su transformación ideológica fue el ver Kontadorekua, su casa natal ya no propiedad de la familia, en llamas, y escuchar la falsa noticia de que había sido quemada por republicanos. Ahí empezó Zuloaga a mostrarse públicamente a favor de los nacionales y a participar abiertamente en sus actos y a retratarlo, hasta representar a la España nacional en diferentes exposiciones internacionales. El otro tema novedoso que se trata es el del tratamiento que dio Zuloaga a los marginales de la época, entre los que se incluían gitanos, malformados, prostitutas y pobres en general. Es este un tema que, además, se enlaza con la cuestión Zuloaga, pues el retratar de una manera dignificada a todas estas personas, le valió las críticas al norte de los Pirineos por ser “mal español” y mostrar una imagen sórdida de su país. En realidad, tal y como se sostiene en este libro, con estas pinturas Zuloaga trataba de inmortalizar a los invisibles de la sociedad, de mostrarlos dignos, de humanizarlos al tiempo que denunciaba su situación. No olvidemos que su última exposición antes de fallecer, cuando ya era un artista consagrado y reconocido, fue en una taberna madrileña, buen ejemplo de lo que había sido su vida, un constante acercarse a las clases populares para luego retratarlas en sus cuadros.

Se trata sin duda de un libro novedoso por los temas que aborda, muy riguroso en sus planteamientos, y muy ameno en su lectura. También, como buen libro sobre arte, un placer sensorial para acercarse a la vida y obra de uno de los pintores más importantes del siglo XX.