León Scardaneli
A Hölderlin
Ya sea que me pasee extasiado por bosquecillos frondosos o altos montes, cuando la juguetona primavera abraza y renueva todo, con sus múltiples danzas y su energía rejuvenecedora, que me afane batiendo mis brazos y mis piernas, contra el oleaje de la mar, cuando el radiante Sol baña y vigoriza con su engendrador calor, las infinitas variaciones de la Naturaleza, en la festiva estación del verano, que contemple absorto un fulgurante atardecer, que parece anunciar oráculos: «Donde hay peligro, crece también lo que nos salva», en la preclara estación otoñal. o que lea tranquilo en la intimidad de mi cuarto, mientras fuera –en todas partes– llueven quejas de invernales acentos, por no se sabe qué motivo. Ya sea de día o de noche, que haga frio o calor, mi alma siempre se percata, del rayo envuelto en canción, que guía mi corazón, para ir más allá y volver luego. Sí, mi alma atina a escuchar los acordes del himno de la Amistad y de la Armonía; y el tintineo de las copas en el banquete de la Alianza entre los hombres, de los hombres entre sí y con la Naturaleza. Y borracho de entusiasmo escribo, que el gran Día de Fiesta está cerca, que todos hemos sido invitados y que no debe quedar ni uno sin enterarse; que tomen baños purificadores y que vistan sus mejores galas. Y voy anunciando entusiasta, uno a uno, las buenas nuevas, y beso a unos y abrazo a otros, y a veces, tengo que parar en seco porque siento que el corazón me va a estallar. ¡Pero, oh ingenuidad!, el entusiasmo ha sido desmedido; seguramente, los coros grupales y el tintineo de las copas tan solo resuenan en mi cabeza, tan solo los percibe mi corazón, y lo que obtengo por respuesta es indiferencia y reproche. Y no puedo evitar sentir impotencia y recuerdo las palabras: «Esta cerca y es difícil captar al dios». ¿Y qué hacer entonces? ¿Ceder al embrutecimiento? ¿Ceder a la indiferencia y actuar como si no me importara nada? ¿O es mejor adelantar el momento de la suprema reunificación con la Naturaleza y lanzarse a la ardiente lava de un volcán? Porque el ser alcanzado por una de las flechas del gran dios Apolo, tan solo está reservado a unos pocos privilegiados. Prodigioso hijo de Saubia, el más ilustre de los alemanes, tu alcanzaste el vuelo de los grandes y ahora habitas en el Éter purísimo.