Escritor

Pocos quedaron indiferentes ante el éxito abrumador de «Patria». Queríamos repasar con su autor su dilatada carrera literaria, merecedora de un sinfín de galardones, entre los que se encuentra el Premio Real Academia Española, el Premio Euskadi en varias ocasiones, el Premio Francisco Umbral, el de la Crítica y el Nacional de narrativa,… ¡Casi nada!
Iñaki Vázquez— Muchos lo definen como un poeta que se abandonó a la prosa, con “Fuegos de Limón” (1996), ¿Se definiría, por entonces, como un poeta irracionalista a lo André Bretón?
Fernando Aramburu— Durante años practiqué de forma calculada, sin desatender las cuestiones de estilo, eso que se ha dado en llamar irracionalismo. Hoy lo veo como un exceso de juventud y, por supuesto, como una impostura, no siempre despojada de aciertos expresivos ni de humor. En un momento dado, me pareció descubrir que la poesía no necesita por fuerza el viejo molde del poema en verso.
I. V.— La metáfora de Antíbula, está presente en la Trilogía “Los ojos vacios” (2000) “La Gran Marivian” (2005) y en “Bami sin sombra” (2005). Lo que nos acerca al totalitarismo es, entonces, una democracia sin pulso moral…
F. A.— Lo que nos hace asimilable el totalitarismo es pura y simplemente reprobar la democracia, que será todo lo imperfecta y reformable que se quiera, pero por ahora es el sistema de convivencia social menos dañino que se conoce. Echarle la culpa del totalitarismo a la democracia me parece una peligrosa falacia.
I. V.— “Los Peces de la Amargura” (2006), “Años Lentos” (2012) Patria (2016), tienen una sensibilidad literaria que recuerdan a Susan Sontag en “Ante el dolor de los demás”. ¿Cree en la figura del intelectual/ escritor comprometido a la manera de Sontag?
F. A.— La idea del compromiso es una antigualla del siglo XX. Sospecho que se inventó para mantener a raya a los ciudadanos que escriben y piensan para un público. A fin de tenerlos bajo control, se les arrumba en un rincón ideológico determinado. Esto me parece un retroceso con respecto a la tradición del libre pensamiento. Mis libros al menos no son leídos por una muchedumbre amontonada en una plaza, sino, en el mejor de los casos, por individuos sueltos que pasan las páginas en soledad. A ellos me debo, a los principios que profeso y a las exigencias formales de mi oficio. Si por falta de vocabulario se le quiere llamar a esto compromiso, pues adelante.
I. V.— “El trompetista del Utopía” (2003) fue llevada al cine y recibió dos premios Goya. Siempre he pensado que la esperanza para una sociedad de cierre, como la vasca, está en la catarsis amorosa de “Beni Lacun”. Es la novela de Aramburu a la que más cariño tengo ¿Usted qué opina?
F. A.— Celebro que haya encontrado usted en una novela mía algo positivo o valioso. Ahora bien, yo no soy un mesías que trae soluciones, sino un simple y defectuoso contador de historias.
I. V.— Hay una obra, en parte desconocida, que me gustaría citar. “Las Letras entornadas” (2015). Una inteligente invitación a la vida a través de la lectura (quizás más necesario que nunca)….
F. A.— Todas mis obras son en parte desconocidas, salvo aquellas que son completamente desconocidas. «Las letras entornadas» contienen una reflexión serena en torno a obras ajenas, tanto recientes como clásicas. Es un libro sobre libros, sobre vino y sobre la amistad. Por tanto, un libro que implica un sí a la vida o, por mejor decir, a lo mejor de la vida.
I. V.— Al igual que en “Los Vencejos” (2021), su última obra, soy un profesor de instituto donostiarra algo decepcionado con el mundo ¿Qué me aconsejaría?
F. A.— Pues ya que me ofrece la posibilidad de darle consejos, le ofreceré dos: lea mucho y practique la bondad, dos actividades, como ve, al alcance de cualquiera.
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