La voz de los sin voz

Fátima Frutos
Escritora

Imagen: Juan Gabriel Vich

Cuando Mendizábal (1992) afirmaba que “Raúl Guerra Garrido nos deja entrever la problemática vasca por medio de ciertos personajes, lugares y situaciones que nos llevan en persona a compartir los sinsabores lo mismo que el encanto de la geografía física y humana” (p. 357), ya se nos estaba trasladando desde el ámbito académico la enorme importancia testimonial y el compromiso literario y social de la obra de nuestro homenajeado.

Comparto con Raúl algo más que el amor a la Literatura, comparto cardiólogo. Al día siguiente de su fallecimiento nos deshacíamos ambos en lágrimas por la pérdida de este gran autor, de este amigo fiel, de este hombre que supo observar su tiempo con la mirada incisiva del andariego irreverente, del berciano irredento, del donostiarra universal que se sintió a la vez exiliado y amado, a la vez extranjero y acogido. Antes, mucho antes de que novelas sobre el conflicto vasco se hicieran lectura extendida en todo el país, la valentía y el compromiso cívico de Guerra Garrido se plasmó en forma de carta o de lectura insólita de El Capital. ¿Cómo no nos vamos a sentir unidas a Raúl Guerra quienes procedemos de esas oleadas de abuelas castellanas que llegaron a Euskadi en los sesenta y mucho antes? Somos vascas y somos deudoras de ese castellano viejo delibesiano, somos donostiarras euskadun-berris y sabedoras de la importancia histórica y cultural del pueblo al que pertenecemos, pero también portadoras de un legado lingüístico que nos hace amar a Galdós, a Lope de Vega, a José Hierro y a toda la Generación del 27. Acarreamos sobre nosotras mismas los verdes valles y las colinas rojas de Pinilla y somos hijas del acordeonista de Atxaga. Lloramos con los versos de Celaya y con los de Lete. “Nire aitaren etxea” nos hace buscar al padre, pero lo que sí tenemos seguro es la madre, en la persona de María de Maeztu o Ernestina de Campourchín.

La influencia literaria de Guerra Garrido, que fue la voz de los sin voz en los años de plomo, dio lugar, sin duda, a movimientos que ocuparon el espacio público con denuncias silenciosas, después de años de aislamiento de víctimas (Alonso Rey, 2015) y no reconocimiento de otras muchas como tales. Posiblemente, nadie haya llevado al arte literario emociones como el miedo y la angustia con la entereza con la que lo ha hecho Raúl, tal y como señala Mahmoud (2015) “El escritor hace memoria (…), memoria del terror y del sufrimiento de un hombre inocente” (p.163). La justicia anhelada, la opresión, el tiempo de transición que le tocó vivir, la herencia en forma de palabras, textos y sentimientos. Todo lo que nos deja en el rellano de nuestras pupilas es parte ya del patrimonio cultural y emocional de esta tierra vasca y, además, tiene un carácter universal, porque ¿cuál es la verdadera condición del hombre si está separado de la comunión con los otros? (Caba, 2000). Si algo supo hacer Raúl Guerra Garrido en su vida y en su obra es empatizar con el sufrimiento de los desahuciados por la injusticia, en un tiempo que tocó a rebato y nos heló el corazón. Ese corazón que, aún hoy, sigue palpitando por él.

Bibliografía, notas y fuentes:

Alonso Rey, M. D. (2015). La lógica del terrorismo: Del terror al horror en La carta de Raúl Guerra Garrido. Tonos Digital, nº 28, 2015.

Caba, S. (2000). Albert Camus: un extranjero entre dos ciudades. In XIII Jornadas Nacionales de Literatura Francesa y Francófona (La Plata, 10 al 13 de mayo de 2000).

Mahmoud, S. (2015). El miedo como experiencia traumática en La carta (1990), de Raúl Guerra Garrido.

Mendizábal, J. C. (1992). Lo vasco en la narrativa de Raúl Guerra Garrido. Revista internacional de los estudios vascos= Eusko ikaskuntzen nazioarteko aldizkaria= Revue internationale des ètudes basques= International journal on Basque studies, RIEV, 37(2), 353-364.

Sáez, T. V. (2000). Raúl Guerra Garrido, el escritor que miró a su tiempo. Leer, (117), 100-101.