-En La fiesta del Chivo–
María Pilar Rodríguez
Profesora de la Universidad de Deusto

Imagen: Alfaguara Editores
Introducción
En el artículo publicado por Mario Vargas Llosa en su columna de opinión en El País el 18 de marzo de 2018, titulado “Nuevas inquisiciones”, el autor afirmaba resueltamente: “Ahora el más resuelto enemigo de la literatura, que pretende descontaminarla de machismo, prejuicios múltiples e inmoralidades, es el feminismo” (2018). Respondía en esta columna a la publicación por parte de Comisiones Obreras del “Breve decálogo de ideas para una escuela feminista”(2018), cuyo punto número siete dice:
Eliminar libros escritos por autores machistas y misóginos entre las posibles lecturas obligatorias para el alumnado. Ejemplos de libros y/o autores machistas a eliminar de los temarios: Pablo Neruda (Veinte poemas de amor y una canción desesperada), Arturo Pérez Reverte y Javier Marías (cualquiera de sus libros) (Comisiones Obreras, 2018).
Vargas Llosa rechaza la posibilidad de juzgar la literatura desde un punto de vista ideológico, y su artículo tuvo una gran resonancia a nivel nacional e internacional. En 2019, en una entrevista publicada en Octavian Report, el autor tiene la oportunidad de extenderse sobre este asunto y proporcionar una explicación más amplia y sosegada cuando se la pregunta sobre la censura:
Existe este movimiento feminista, que en esencia es muy respetable. Creo que hay que estar ciego para no apoyar a las personas que luchan contra los prejuicios y la discriminación de las mujeres. Sin duda alguna. Pero hay, dentro del movimiento feminista, algunas corrientes fanáticas, que quieren la guerra total entre mujeres y hombres. Intentan censurar la literatura del pasado. Esto ocurre con Nabokov. Con esta actitud discriminatoria, no habría literatura. En teoría, se podría acabar suprimiendo toda la literatura de la historia, porque la literatura es una expresión del mundo real—el mundo en el que hay discriminación contra las mujeres. Y si se va a censurar esto, se destruirá lo que se intenta hacer para mejorar los valores democráticos1 (Octavian Report, 2019).
No interesa para este artículo la polémica suscitada ni entrar en el fondo del tema que se discute, sino recuperar del primer artículo la definición que el autor da de la literatura: “el vehículo mediante el cual todo aquel fondo torcido y retorcido de lo humano vuelve a la vida y nos permite comprenderla de manera más profunda” (El País, 2018). Vargas Llosa, a lo largo de su extensa producción literaria, no ha dudado en asomarse y retratar el mal en sus múltiples facetas que incluyen la violencia política en sus diversas manifestaciones, el terrorismo, las violaciones de los derechos humanos y la crueldad asociada al poder. La realidad del continente americano, especialmente, proporciona al autor amplias oportunidades para “ser un insumiso y vivir descontento”, y para reivindicar “la protesta, la contradicción y la crítica” (Vargas Llosa, 2012, p. 404-405). Insiste en la idea ya mencionada anteriormente de que “la realidad está mal hecha, que la vida debe cambiar” (2012, p. 405).
En lo referente al tratamiento que reciben las mujeres en las obras del autor peruano, la presencia de ese “fondo torcido y retorcido” se manifiesta de diversas formas. Un área es la que más claramente se aprecia la presencia de la discriminación y la explotación de las mujeres es la de la violencia sexual y la prostitución, que es un tema que aparece de forma reiterada en la obra de Vargas Llosa, y no siempre recibe el mismo tratamiento. En sus obras, el autor resiste la simplificación u homogeneización de fenómenos políticos y sociales y busca la multiplicidad de acercamientos y la diferenciación en las posiciones subjetivas. La prostitución y la caracterización de los prostíbulos en las obras del autor ha recibido una notable atención crítica (Kaminsky, 1978, Cánovas, 2003, Terrones, 2013; Sarma, 2013; Kunnheim, 2016). Si novelas como La casa verde (1966) muestran la prostitución como reflejo y resultado de la corrupción, la violencia, los abusos de poder y el machismo, males endémicos y estructurales de la sociedad, otras como Pantaleón y las visitadoras (1973), sin dejar de incidir en los males sociales asociados a la prostitución, adquieren un tono de humor y parodia, de tal modo que las situaciones son llevadas al límite de lo esperpéntico. En esta obra se desvela la hipocresía social asociada a la prostitución y como señala Jyotisikha Sarma, se construye una doble realidad: hay mundo real, en la que las mujeres son víctimas de un orden social patriarcal y otro ficticio, en el que hay un espacio para la liberación de los tabúes sociales asociados a ellas (2013, p. 47). El siguiente apartado explora la violencia sexual a través de la violación y el trauma desde la perspectiva teórica del affective turn o giro afectivo en La Fiesta del Chivo (2000).
La Fiesta del Chivo: Violencia y trauma
Esta novela narra la vida de Urania Cabral, una mujer dominicana perteneciente una familia influyente durante la época de Trujillo, que abandonó el país de repente cuando tenía catorce años, para vivir y continuar sus estudios en Estados Unidos. Tras convertirse en una prestigiosa abogada en Nueva York, regresa a Santo Domingo treinta y cinco años después, cuando tiene cuarenta y nueve. Las páginas finales de la novela desvelan el secreto de su apresurada marcha y de su trayectoria personal, ya que Urania permanece soltera y ha rehuido cualquier encuentro amoroso o sexual en su vida. Su padre era un miembro clave del entorno del dictador que cayó en desgracia y en un intento desesperado por recuperar su poder, ofreció a Trujillo a su hija de catorce años, y se produjo una violación que desencadenó la marcha de la protagonista.
La crítica que ha analizado esta obra desde la perspectiva de género coincide en señalar la creación de una protagonista con entidad propia; Stephen Henighan apunta en este sentido: “en La Fiesta del Chivo Vargas Llosa se lanza a la creación de una protagonista independiente y profesional” (2009, p. 374). Sin embargo, hay una abierta acusación centrada en la creación del personaje desde una perspectiva patriarcal, de modo que queda condenada a la condición de víctima pasiva sin posibilidad de evolución o desarrollo vital. Lola Colomina afirma:
A pesar de su éxito profesional, la protagonista personifica y perpetúa las limitaciones de la mujer de la sociedad dominicana en tiempos de Trujillo. Aunque su rechazo del sexo masculino puede verse como una actitud de desafío al sistema patriarcal, su actitud conformista con respecto a su traumas y limitaciones le cierra las puertas a una autorrealización personal y a la posibilidad de romper el vínculo de poder que Trujillo establece con todas sus ‘víctimas (…). Vargas Llosa ofrece así un juicio procesado de la protagonista que cae en una tendencia ya repetidamente observada por la crítica de caracterizar al personaje femenino desde una visión un tanto patriarcal (2007, p. 4).
En términos similares caracteriza Henighan el tratamiento que recibe Urania: “Así, la primera tentativa de Vargas Llosa de evocar una protagonista activa termina definiéndola como presa de una época anterior en que los papeles de género eran inflexibles” (2009, p. 378). Este artículo busca un acercamiento desde una óptica diferente, cercana a la interpretación que propone la teoría del giro afectivo. Autoras tales como Sarah Ahmed (2004), Martha Nussbaum (2001) y Lauren Berlant (2011) se oponen a la clara demarcación de dicotomías binarias opuestas y estables, como público/privado o razón/emoción, y han abierto la puerta a nuevas configuraciones de la subjetividad. Se pone de relieve la naturaleza cultural y socialmente construida de las experiencias afectivas y a la inversa, se revela la naturaleza afectiva de los acontecimientos y discursos sociales y políticos. La reivindicación del papel de la dimensión afectiva en la vida pública lleva consigo la exploración de sentimientos y emociones específicas como son el miedo, la vergüenza, el odio, el amor, la rabia, etc.
Lauren Belant, en El corazón de una nación (2011), destaca la poderosa relación entre la elaboración de los mundos políticos y las emociones como experiencias de articulación de lo nacional y lo identitario. El corazón de la nación dominicana en la época de Trujillo, tal como aparece en La Fiesta del Chivo, está seriamente dañado por una concepción del poder abusivo ejercido por el dictador y ejecutado a través de una red de conexión de relaciones basadas en emociones y afectos tales como el amor, el odio y el miedo. En esa imagen de una sociedad brutalmente falocéntrica, como apunta Colomina (2007), sexo, poder y violencia se alían mediante la imposición y el abuso, en una sociedad patriarcal que no duda en incluir la violación a las mujeres como forma de ejercer el poder (Colomina, 2007, p. 3). Las violaciones son constantes en la novela, y adquieren una forma particularmente obscena cuando los propios padres ofrecen a sus hijas (como es el caso de Urania y de otras niñas), o los maridos a sus esposas, para lograr el aprecio de Trujillo. El dolor, el asco, la humillación, la vergüenza y el rencor son las emociones que perduran en las víctimas, y la repetición desmedida de estos actos de violencia sexual se produce en un contexto de total impunidad y sin la reprobación social de quienes son conocedores de los hechos.
Josep M. Armengol-Carrera (2009) ofrece una lectura muy cercana a la que aquí se propone cuando apunta a la necesidad de establecer conexiones causales entre las estructuras y los comportamientos a nivel personal y a nivel global, que siempre están marcados por el género, y afirma:
Es evidente, pues, que la dictadura de Trujillo difuminó todas las distinciones entre lo público y lo privado, corrompiendo y penetrando en todas las esferas de la vida, incluso las más íntimas, dentro de los hogares. Utilizando la sexualidad como fuerza coercitiva, el Jefe controlaba tanto la esfera pública como la privada de la vida y la sociedad dominicanas. En otras palabras, Trujillo sexualizó la violencia para desplegar su poder fálico y su control sobre toda una nación, transformando la violencia sexual en violencia política2 (2009, p. 59).
La masculinidad hegemónica (Connel, 1995) se encarna de modo exagerado en Trujillo, y la última confesión de Urania a sus primas y a su tía va desvelando el brutal encuentro auspiciado por el padre de Urania en el que el dictador no puede llevar a cabo la penetración y obliga a la niña a hacerle una felación. Sin embargo, la obsesión por lograr que pierda la virginidad penetrándola con sus dedos, unos “dedos que exploraban escarbaban y entraban en ella a la fuerza. Se sintió rajada, acuchillada; un relámpago corrió de su cerebro a los pies. Gimió, sintiendo que se moría” (p. 347).
El desarrollo afectivo y sexual de Urania se ve truncado a partir de ese momento por la violación. Hay tres rasgos que en términos generales caracterizan la aparición y el desarrollo del trauma (ver, entre otros, Caruth, 1996; Edkins, 2003; LaCapra, 2005). En primer lugar, el trauma se produce en la confluencia de dos momentos: aquel en el que se experimenta una acción violenta y todos los sucesivos en los que se recuerda o se revive ese hecho que no se puede superar. En segundo lugar, y como señala Ibon Egaña, “La parálisis, indefensión e incapacidad de actuar que sufre el sujeto en el momento en que es víctima o testigo de la experiencia catastrófica es otro de los elementos definitorios del trauma” (2019, p. 55). Por último, y como señala Dominick LaCapra, el trauma es una experiencia que desarticula al sujeto y causa una fragmentación en la comprensión de la realidad a través de una disociación de los afectos y las representaciones, y conlleva serios problemas para comunicar o transmitir la experiencia vivida (2005, p. 63). Es relevante para este estudio recordar el hecho que acertadamente subraya Egaña, y es que el trauma debe pensarse en la relación del sujeto con la comunidad: “el trauma surge cuando las fuerzas que el sujeto creía que le protegerían y le darían seguridad se convierten en su tormento: cuando la comunidad de la que se sentía parte lo ha traicionado” (2019, p. 56) y esto tiene efectos destructivos, puesto que la identidad percibida está intrínsecamente ligada al entorno social en el que se inserta. Cuando se produce esa ruptura de la confianza respecto a la comunidad, pueden surgir sentimientos de culpa, arrepentimiento o vergüenza.
La Fiesta del Chivo expone el trauma que se crea en la protagonista ante la esa falta de protección y seguridad extrema. Es su propio padre el que, lejos de proporcionar el cuidado y la protección que la niña necesita, propicia la violación. Por todo ello, la parálisis afectiva que experimenta la protagonista, lejos de entenderse como una imposición patriarcal, no es sino la consecuencia de una radical ruptura con las prácticas de una comunidad enferma, en la que la violación es admitida sin cuestionamiento. La novela, por tanto, subraya la herida y el dolor profundos que resultan de la violencia sexual, sin que el hecho de que suceda de modo reiterado elimine la gravedad del suceso. Urania dice: “A mí, mi papá y su Excelencia me volvieron un desierto” (p. 350). Lejos de someterse al sistema, la resistencia de Urania elimina la posibilidad de un desarrollo heteronormativo en el que un matrimonio al uso sirva para aliviar el dolor.
Cabe destacar otro elemento significativo en la novela, y es que, frente a la masculinidad hegemónica representada por Trujillo, Urania es cuidada, protegida y acompañada por una comunidad de mujeres que muestran su apoyo de diversas formas. Así, es en primer lugar Sister Mary, una de las monjas del colegio, la que cuida la hemorragia y asiste a Urania tras la violación y de inmediato moviliza todos los recursos en su mano para enviarla a estudiar a Michigan (p. 351). Como señala Judith Herman (2004), compartir la experiencia con otros es un requisito indispensable para que el individuo inicie el proceso de recuperación psíquica. En la escena final, Urania por fin se atreve a volver a la escena desencadenante del trauma y cuenta lo que pasó a su tía, sus primas y su sobrina y esa confesión actúa como un mecanismo de liberación. Al final de la novela, la sobrina Lucindita ofrece el amor incondicional y la vía para continuar con el proceso de curación del trauma mediante la escritura: “—Yo a ti te voy a querer mucho, tía Urania (…). Te voy a escribir todos los meses. No importa si no me contestas” (352). También Manolita, la prima, alude a la relación epistolar que se va a iniciar a partir de ahora entre ellas, y la novela se cierra con la reflexión de la protagonista: “Si Marianita me escribe, le contestaré todas las cartas” (p. 352).
Por último, y como ya ha señalado la crítica, la impotencia sexual del dictador no es sino la antesala de su caída definitiva por medio del asesinato que sufre una semana después de la violación de Urania. (Armengol-Carrera, 2009, p. 61). El padre, enfermo y confinado a una silla de ruedas, es otra representación del deterioro de ese modelo familiar y social que ha faltado a sus deberes de cuidado y de protección, y la novela desmonta la ilusión de poder y dominio de la masculinidad hegemónica y exhibe el daño profundo que esa sociedad enferma causa en sus miembros más vulnerables.
Conclusiones
Este artículo comenzaba con las palabras de Mario Vargas Llosa en las que aludía a la necesidad de la literatura de sacar a la luz el fondo retorcido de lo humano desde el descontento y la insumisión. El personaje de Urania, en La Fiesta del Chivo se ha entendido como una proyección patriarcal del autor, que le atribuye una posición pasiva tras su violación y le impide su desarrollo personal y afectivo, de modo que la protagonista acaba conformándose al modelo tradicional de mujer que la sociedad reclama. Esta lectura, por el contrario, propone que Urania es el personaje que permite mostrar la radical enfermedad de una sociedad donde la violencia sexual está extendida y aceptada e informa todas las esferas públicas y privadas. El trauma que sufre la protagonista es un indicar claro de la resistencia a aceptar de modo masoquista o conformista que ese fondo torcido deba aceptarse con resignación o asumirse como un mal inevitable. La protagonista es un símbolo de rechazo y resistencia al abuso de poder y a la violencia en el terreno político y en el sexual. como afirma Armengol-Carrera: “El cuerpo de Urania se ha transformado en un lugar de resistencia a la dictadura y al terror3” (2009, p. 62).
Por todo ello, cabe concluir que si bien es posible advertir tanto en las declaraciones en entrevistas del autor como en sus propias novelas rasgos que lo alejan de las fundadas reivindicaciones feministas, subyace en ellas el deseo apuntado desde el comienzo: la denuncia de situaciones de desigualdad, de violencia y de abuso que afectan especialmente a las personas más vulnerables. La compleja construcción narrativa del personaje de Urania sirve para condenar la ruptura de los lazos afectivos y sus terribles consecuencias y ofrece una muestra más del talento de Vargas Llosa para elaborar personajes complejos que exigen una lectura atenta y participativa.
Bibliografía, notas y fuentes:
1 Se traducen las citas en el texto y se incluye el original en notas al pie. Todas las traducciones son de la autora: There is this feminist movement, which in essence is very respectable. I think you’ve got to be blind not to be supportive of people who are fighting against prejudice and discrimination against women. Without any doubt. But there are, within the feminist movement, currents which are completely fanatical. And they want total war between women and men. They are trying to censor literature from the past. I have seen this happening with Nabokov. With this discriminatory attitude, there would be no literature. You could in theory end up suppressing all literature in history, because literature is an expression of the real world — the world in which there is discrimination against and limitation of women. And if you are going to censor this, you will destroy what you are trying to do to better democratic values.
2 Clearly, then, the Trujillo dictatorship blurred all distinctions between the public and the private, corrupting and penetrating into all spheres of life, even the most intimate, inside the homes. Using sexuality as a coercive force, the Chief controlled both the public and private spheres of Dominican life and society. In other words, Trujillo sexualized violence to display his phallic power and control over a whole nation, transforming sexual violence into political violence.
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3 Urania’s body is itself transformed into a site of resistance to dictatorship and terror.
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