Alguna idea sobre color

Juan Amadoz
Ingeniero de diseño industrial

La perspectiva desde un punto de vista físico es la excusa que, en este número monográfico sobre la luz, invita a repasar alguna idea sobre color.  Alguna, porque habrá infinitas si se propone trazar una historia cromática con tantos objetos a estudiar. Y probablemente también haya tantas publicaciones donde argumentos basados en colores sean fundamentos del análisis.  

En este caso se parte de Newton, su Óptica y el popular experimento del haz de luz descompuesto en el espectro de colores. La obra, de inicios del s.XVIII, es referencia y suele ser introducción en el estudio general de ondas y óptica en particular.

Hay otros estudios importantes y previos, incluso se ha demostrado que la teoría corpuscular de Newton resulta incompleta y en algunos puntos incorrecta, pero en cualquier caso se trata de un hito en el desarrollo del conocimiento de la naturaleza de la luz y el color, y no solo por el contenido. Paradójicamente, este atisbo de ciencia del color parece indicar que no se conocían métodos científicos para explicar todo lo que acontece alrededor del color y el efecto óptico. Su alcance trasciende una explicación física del fenómeno, como puede ser la descomposición del haz según las longitudes de onda, al participar la psique humana. Por el momento al menos.

Un siglo después, en un marco de revolución industrial y de conocimiento, donde el éxito social abraza el reconocimiento científico y el mayor descubrimiento es la sistematización del descubrimiento, valga la redundancia, precisamente un personaje como Goethe basa el segundo capítulo de su teoría del color en una crítica a la Óptica de Newton. En cierto modo fue un fracaso porque no obtuvo el reconocimiento científico que esperaba. Tampoco desde otros puntos de vista, Friedrich o Runge ya se habían preocupado en proponer algo más útil técnicamente, también Schopenhauer dedicaría sus esfuerzos en ámbito de la estética. Von Bezold en la óptica. Chevreul en muchos. Pero en este momento no se trata de contrastar sus trabajos, sino de hacer notar cómo el color se va convirtiendo en recurrente y trasversal a diferentes ambientes; trasciende lo conocido físicamente, como se ha adelantado. Y Goethe, ya consagrado humanista por el momento, contribuye en este sentido.

Cronológicamente nos encontramos hablando de un momento nuclear en la historia del arte. La revolución cromática de la corriente impresionista nace precisamente del estudio de la incisión de los fenómenos atmosféricos en los paisajes, de las variaciones cromáticas parciales de los objetos en función de la luz solar. Cézanne condensa esta descomposición puntillista en zonas de color, y a partir de aquí las corrientes que van surgiendo y que calificamos como arte moderno tienen concepciones propias del color, no solo como característica identitaria formal, también como significado en la génesis de la obra.

Cabe matizar que sería ridículo pensar que pintores como van Eyck, Tiziano, El Greco o Rembrandt no habían calculado su paleta, por decir algunos; o en otra de tantas representaciones artísticas como el mausoleo de Gala Placidia, donde la sugestiva atmósfera creada por mosaicos azules, la luz y los alabastros no puede ser casual.

Pero la noción de estudio sistemático, la necesidad ya no solo de teorizar, sino también de transmisión del conocimiento, alienta a los modernos. Kandinsky, por ejemplo, que desde un prisma más metafísico propone conceptos de ritmo, música y matemáticas equiparables a forma o color. También distingue como efectos de la contemplación del color el físico y el psicológico. Klee, que desprende en su búsqueda del equilibrio, con la geometría y los colores como entes principales, la intención de hacer visible, no de reflejar lo visible. Itten, que desgrana en su obra la realidad del efecto cromático desde el punto de vista más práctico y didáctico. Son algunos autores que pueden consultarse como fuentes primarias acerca del color, y casualmente participaron activamente en el experimento académico que fue la Bauhaus.

Por tanto, el color encuentra en el arte moderno un canal por el que fluir. Lo no figurativo habla un lenguaje más próximo al cromático; la subjetividad, la abstracción, y también lo íntimo, son elementos comunes. Pero la percepción visual, como convención y selección parcial de lo visible, tienta a otra asignatura con mucha presencia en el desarrollo de la cultura occidental del s. XX.

El color se propaga, convirtiéndose esta vez en huésped del círculo de la mente, la psicología individual y colectiva, consciente y subconsciente, otro vehículo. Ese mundo interior y el simbolismo, ya presentes en el movimiento expresionista y por supuesto en otras manifestaciones, como con Ibsen o Nietzsche, adquiere ahora una popularidad notable. Se abre un campo de estudio retrospectivo, la simbología de los colores, su utilización durante la historia, su condición de arquetipo.

Y en este vehículo el color se extiende como nunca antes. Convertido en objeto de estudio psicológico y utilizado después, en la medida de lo posible. Muestra de ello es la importancia que actualmente tienen los colores en publicidad, son herramientas clave por su eficacia y su discreción, sutiles e incluso subliminales.