¿Capital de Indonesia?

Joseba Lacambra
Traductor

Fotografía: María Herreros Ferrer

Apocalipsis es final, es penumbra, es miedo y es rechazo. Son los cuatro jinetes. También es oscuridad, catástrofe y soledad. Confusión, desasosiego, temor y pavor. Es el último libro de toda la biblia, y posiblemente el más misterioso, el menos deseado. Porque misterio es desconocimiento, es falta de luz, es enigma.

No quiero que te asustes ni que me abandones tan rápido en esta reflexión que plasmo por escrito, puesto que hoy no vengo a hablarte de la biblia, ni de religión. No soy fiel seguidor de ella, pero sí me gustaría utilizar un símil para contextualizar brevemente el tema que abordaré en las próximas líneas.

Fin. No he encontrado mejor similitud que el fin del mundo para contextualizarte a ti, querido lector. Y no, no hablaré sobre los temas más actuales que nos hacen reflexionar sobre el futuro de los más cercanos, aquellos temas que suenan y resuenan en nuestro día a día, como el conflicto catalán, la relación entre Donald y Kim o el famoso feminismo, del cual no me atrevo ni a mencionar una palabra.

Este artículo trata de la muerte, pero no de la muerte de un individuo, sino de una ciudad, polis como las denominaban en la Antigua Grecia o urbes en su acepción más actual. ¿Qué raro, no? «No pensé que las ciudades pudiesen morir», pensarás. Sí, mueren, pero la historia dicta que normalmente mueren por desastres naturales – como Pompeya, sepultada tras la erupción del Vesubio -, o por colonizaciones o invasiones – como varias ciudades precolombinas como Teotihuacán, situada al noroeste de la Ciudad de México, o Persépolis, antigua capital del Imperio Persa, saqueada y quemada por Alejandro Magno.

Hoy quería reflexionar sobre el origen de la muerte de una ciudad, sin que desastres naturales o colonos invasores hayan terminado con ella. Y no, tampoco han sido extraterrestres policefálicos provenientes de otra galaxia, los cuales han hecho escala en el planeta tierra para abastecerse de víveres e investigar con la raza humana. El origen del mal es el ser humano, y lo desastrosos que podemos ser de vez en cuando.

Siento anunciarte que Yakarta ha fallecido, DEP a la capital de Indonesia, cuarto país más poblado del planeta. Un país con más de 260 millones de personas, equivalente a la población de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, los cuatro países más poblados de la Unión Europea. Su capital, Yakarta, está situada al norte de la exótica isla de Java, y su área metropolitana supera los 30 millones de personas, equivalente a la población de Bélgica, Grecia y Portugal en una sola ciudad, o en un ejemplo más cercano, el 70 % de la población española concentrada en una superficie más pequeña que el País Vasco.

« ¿Qué pasote, no?» Y eso que a veces nos quejamos de que Fermín Calbetón está petado y nos piramos a casa desquiciados, seguramente echando la culpa a esos gabachos que invaden nuestra ciudad. Si eres algo más mayor, no te preocupes, también tengo un ejemplo para ti: «La parte vieja de Donosti ya no es lo que era, antes podías consumir los pintxos de toda la vida en un ambiente más de casa, ahora te peleas con los guiris por pedir pintxos más caros y de peor calidad. Esta ciudad está masificada de turismo, Woody Allen no nos hace nada bien». La gente no es consciente de lo que es vivir en una ciudad caótica e hiperpoblada.

Yakarta no da para más, sufría desde hace tiempo atrás, pero este verano finalmente dijo basta. Trasladan la capital, la mueven, como si tan sencillo pareciese. La nueva capital se ubicará al este de la isla de Borneo con el fin de aliviar los problemas de la ciudad: superpoblación, contaminación, tráfico e inundaciones. ¿Cuánto cuesta la broma? Calderilla, unos 30 mil millones de euros.

Te dije que el origen del problema somos nosotros, las personas. Y no te lo dije por decir. La ciudad está mal gestionada, mal construida, su plan de urbanismo es una auténtica chapuza. Dale una pala y una carretilla de hormigón a tu primo pequeño y seguramente consiga un mejor resultado que la actual capital de Indonesia. Y que conste que soy un fanático de Yakarta, le acabé cogiendo cariño, pero sinceramente, los indonesios merecen algo mejor que eso, se les hace pequeña la ciudad.

Centrándonos en el problema, la mala gestión de la ciudad se plasma perfectamente en un desarrollo inadecuado de su infraestructura, edificios colocados al tuntún y atascos caóticos que solo pueden empeorar la calidad de vida de sus residentes. Para más inri, la ciudad se hunde debido a las perforaciones que parte de la población realiza para poder tener acceso a agua potable. Imagínate tener que hacer una agujero en el suelo para poder beber agua, es decir, beber el agua subterránea. ¿Una ciudad muy apetecible, verdad? Yakarta carece de un sistema de agua canalizada en el extremo norte, por lo que millones de residentes aprovechan sus acuíferos subterráneos. Esta extracción de agua subterránea origina el hundimiento de la tierra, a un promedio muy alto, y actualmente algunas zonas ya se encuentran a unos cuantos metros bajo el nivel del mar. Un ejemplo parecido al de los Países Bajos, con la pequeña diferencia de que nuestros vecinos europeos ya empezaron a construir en tierras bajas, y no se han ido hundiendo por la falta de agua potable y la mala gestión del territorio.

Hoy en día se habla de reciclar, de ser sostenible y adoptar costumbres eco. Se habla de Greta Thunberg y el cambio climático. Se habla de comer menos carne y de moda sostenible. Pero poco se habla de Yakarta y otras ciudades afectadas con los mismos problemas. Posiblemente este sea un claro ejemplo de que el planeta se esté muriendo, aunque todavía se escuche en los medios que «estamos a tiempo de reaccionar». Estamos a tiempo, tienen toda la razón del mundo, pero solo si vives en ciertas áreas del planeta. Otras están perdidas, hace años que murieron, abandonadas. Mueren pero renacen, se reencarnan. ¿Dónde? En el caso de Yakarta, al este de la isla de Borneo, una región de bosque tropical dotada de gran biodiversidad. Única isla donde conviven orangutanes en libertad, junto a Sumatra. Esperemos no repitamos los mismos errores del pasado.