Sombras del eurocentrismo y la colonialidad del poder.
Soraya Ronquillo
Estudiante de antropología

Fotografía: María Herreros Ferrer
Los conocimientos e ideología que recibí como alumna de primaria y de secundaria en Perú, han tenido una visión eurocéntrica y han impregnado mi forma de ser, pensar y actuar. Es preciso recordar, que durante el proceso colonizador de España en Abya Yala1, se impuso una única y también dominante «ideología, episteme, epistemología y metodología del conocimiento» (Ortíz Ocaña, 2018), por encima de otras formas ancestrales de configuración del conocimiento de las comunidades locales de los territorios invadidos.
Respecto a la conquista del Perú2, aprendí que en 1531 llegaron los españoles a nuestro país. Trajeron la gripe, el caballo, el cerdo, además, impusieron la religión católica que salvaría las almas de la población indígena. Me enseñaron que estos nuevos conocimientos y el castellano, civilizarían a esta población que hablaba quechua y tenía otra cultura. Comprendí también que esta conquista fue un hecho violento y brutal.
También crecí creyendo que lo traído de Europa era lo mejor y que la civilización nos la trajeron los conquistadores. Sin embargo, en la universidad comencé a cuestionar la mirada única y verdadera de la historia contada desde Occidente. Además, en mi proceso de formación continua y crítica descubrí a un grupo de profesionales y feministas de las Ciencias Sociales, de la Educación Popular, así como, de la Teología y Filosofía de la Liberación, que desde la década de los 80, escriben otra historia, desde una mirada decolonial.
En este sentido, para comprender cómo este eurocentrismo y colonialidad del poder han estado presentes en nuestras vidas a lo largo de estos siglos, traigo a colación los argumentos propuestos por Aníbal Quijano (2010), quien entiende que la colonialidad del poder hace referencia a:
un «patrón de poder» que opera a través de la naturalización de jerarquías raciales que posibilitan la re-producción de relaciones de dominación territoriales y epistémicas que no sólo garantizan la explotación por el capital de unos seres humanos por otros a escala mundial, sino que también subalternizan y obliteran los conocimientos, experiencias y formas de vida de quienes son así dominados y explotados.
Es decir, desde el momento de la conquista española se impuso una única forma de entender, ver y comprender al mundo: la europea. Es así que las poblaciones dominadas, en un contexto de colonialidad -que aún no termina-, fueron sometidas de manera hegemónica al eurocentrismo como la única manera de conocer a través del aprendizaje del habla de los dominadores, quedando atrapadas entre el patrón epistemológico aborigen y el patrón eurocéntrico.
De igual manera, desde el campo de la filosofía existe una postura que justifica que la única fuente de pensamiento universal, verdadera y válida es la que proviene de Europa, considerando a ésta como el centro de toda civilización. En esta línea, Antonello Gerbi (1982) da cuenta de cómo Hegel, con una postura eurocéntrica y que abandona sus consideraciones respecto al espíritu, argumenta por ejemplo, la «inferioridad de los indígenas». Por su parte Kant considera que los habitantes del Nuevo Mundo son decadentes, no están civilizados y que carecen de un Estado y de un orden jurídico que garantice la pervivencia de esas culturas.
En la actualidad la colonialidad aún permanece viva y se refleja en las instituciones educativas encargadas de consolidar una única forma de ver, experimentar y sentir el mundo; en los libros y manuales utilizados para el aprendizaje; en los criterios propuestos para realizar un trabajo académico; en la cultura; en la autoimagen de las poblaciones, así como, en las aspiraciones de mujeres y hombres y en diferentes aspectos de nuestra vida cotidiana. No es casual que hasta ahora se escuchen comentarios como: «la educación en Europa es la mejor«; que España es la «madre patria«; «si hubiéramos sido conquistados por Inglaterra hablaríamos inglés y seríamos blancos»; los cuales denotan que aún pervive esta idea de la superioridad de lo europeo en detrimento de nuestra riqueza cultural.
Entonces, para dar cuenta de cómo el eurocentrismo y la colonialidad del saber y el poder están presentes hasta ahora, tomaré como referencia los mapas utilizados en la enseñanza escolar. Hasta la actualidad se utiliza el mapa propuesto por Mercator (1569)3, que tiene una mirada eurocentrista y también distorsiona el tamaño real de países y continentes. Presenta una Europa en el centro, grande, imponente y poderosa y debajo a países del Sur, empequeñecidos territorialmente y privados de su poderío geográfico.

Frente a esta propuesta existe el Mapa de Peters (1974)4. Presenta todas las áreas de los países, continentes y océanos respetando las superficies reales, aunque la silueta de la mayoría de los países aparecen demasiado alargadas. También están representadas las regiones terrestres, incluso las polares. El Ecuador está en el centro del mapa y Europa está reducida a su situación verdadera (Ugarte, Manuel). Es un mapa que rehúsa la imagen eurocéntrica del mundo.

Reflexiones finales.
Con este pequeño y concreto ejemplo, he querido transmitir que en Abya Yala el eurocentrismo es un conocimiento que ha sido impuesto pretendiendo que sea universal, es un legado del imperialismo y colonialismo, aún presente en las escuelas y universidades. Además, que esta colonialidad del poder y del saber ha negado otras formas de conocimiento ancestrales de los «indios», «negros» y «mestizos» y expropió el imaginario de su mundo simbólico y las formas de dar sentido a sus experiencias, imponiendo el imaginario de los conquistadores.
Es por ello que me parece oportuno contribuir a las experiencias de profesionales y de movimientos sociales que cuestionan la idea de una verdad universal y global y que apuestan por configurar nuevas maneras de convivir y hacer visible las filosofías, epistemologías, prácticas y cosmovisiones que se sustentan en saberes, pensares y sentires “otros”, tal como menciona Ortíz Ocaña.
Bibliografía, notas y fuentes:
1 Abya Yala, significa Tierra Madura, Tierra Viva o Tierra en Florecimiento. Este término fue utilizado por los Kuna, pueblo originario que habita en Colombia y Panamá, para designar al territorio comprendido por el Continente Americano https://www.upo.es/investiga/enredars/wp-content/uploads/2017/03/Pr%C3%B3logo.pdf
2 Los conquistadores le pusieron este nombre. Antes se llamaba Tahuantinsuyo (cuatro regiones).
3 Mercator, cartógrafo alemán, en 1569 creó un mapamundi que fue utilizado para la navegación. Durante mucho tiempo fue la única manera de percibir geográficamente el mundo.
4 El mapa que propuso Arno Peters, está basado en la proyeccción que hizo Janes Gall (1885). Tiene el objetivo de representar fielmente las áreas geográficas. Ha tenido apoyo de la Unesco y las ONG.
Gerbi, Antonello.1982. La disputa del Nuevo Mundo. México: Fondo de Cultura Económica.
Ocaña Ortíz, Alexander, Arias; López, María Isabel y Pedroso Conedo, Zaira. Hacia una pedagogía decolonial en/desde el sur global. Revista Nuestra América, Vol.6:nº 12; julio- diciembre 2018. Consultado el 10 de abril de 2019 http://revistanuestramerica.cl/ojs/index.php/nuestramerica/article/view/146, ISSN 0719-3092
Quijano, Aníbal. 2010. Colonialidad del Poder y Clasificación Social, en Méndez Reyes, Johan.2012. Eurocentrismo y modernidad. Una mirada desde la Filosofía Latinoamericana y el Pensamiento Descolonial. Revista Omnia, 2012, 18; Septiembre-Diciembre. Consultado el 12 de abril de 2019. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=73725513007- ISSN 1315-8856
Ugarte, Manuel. El Eurocentrismo comienza en los mapas. Consultado el 12 de abril de 2019. http://www.manuelugarte.org/modulos/critica_eurocentrismo/el-eurocentrismo-comienza-en-los-mapas.html
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