Interior Vision

Gorka Sánchez
Ingeniero de diseño industrial

Cuando conducimos bajo el sol y a gran velocidad, a través de una larga recta flanqueada por árboles espaciados a una distancia constante, el conductor puede verse sometido a un intenso efecto de luz intermitente. Se trata de una variable a tener en cuenta por los ingenieros de caminos. Es recomendable que tanto la altura, como la distancia entre árboles, no sea uniforme. Pongámonos en situación y tratemos de averiguar la razón, pero desde una perspectiva particular, aplicando el filtro de realidad “Beat”. “Nuestro departamento de transporte local no quiere que ningún conductor se vea inducido en un estado alterado de consciencia mientras va al volante”. Es preferible que, por ejemplo, cuando vamos a trabajar cada mañana, nuestras máquinas de humo funcionen a pleno rendimiento y, solamente se vea una espesa niebla en el vagón del cercanías, sin poder distinguir nada a tu alrededor. Deberíamos preguntárselo a Ken Kessey y a los protagonistas de “Alguién voló sobre el nido del Cuco”. No hablo de conducción temeraria provocada por un brote epiléptico, sino de despertar del letargo de la mano de un particular Randle McMurphy. Ese famoso “ve hacia la luz”. ¿Pero dónde está y cómo la veo?

Algunos chamanes Norteafricanos de la cordillera del Rif se sientan con la cabeza inclinada hacia el sol, moviendo sus manos y dedos de manera rítmica y acompasada sobre sus ojos cerrados, para así entrar en trance. Este estado de serenidad y paz espiritual bien podría bautizarse como “beatitud”; concepto al que Jack Kerouac solía recurrir para describir el fin a alcanzar para los jóvenes viajeros, vagabundos, poetas, gamberros o aficionados al jazz, los hípsters pioneros. Este amorfo estereotipo engloba a una generación de artistas que despectivamente fueron bautizados como “Beatniks”. El “beat” es una unidad básica de ritmo, un golpe que expresa un tempo, como un latido, un golpe de remo. Los textos de sus escritores debían transmitir las mismas pulsaciones que el jazz de vanguardia.

Desde los años cuarenta hasta hoy, las formas en las que expresamos nuestros anhelos de búsqueda interior han ido modificándose, pero su esencia sigue siendo tan antigua como el sol y los árboles. El sincopado y contemplativo rito del chaman tiene mucho en común con la Generación Beat, cuyas líneas enrolaban fanáticos del esoterismo.

Ningún relato sobre los beatos estaría completo sin referencias a William Burroughs, escritor maldito por excelencia. Sin embargo, en esta ocasión, es en Brion Gysin (1916-1986), su a menudo eclipsado compañero de batalla, en quien fijaremos la atención. Nacido en Inglaterra, de padres canadienses, conoció a los surrealistas a través de la mujer de Max Ernst, mientras realizaba el curso abierto “La civilisation française” en la Sorbonne. André Breton se ocupó de expulsarlo del movimiento cuando nuestro protagonista tenía 19 años; probablemente ya era un iluminado insubordinado.

Tras la segunda guerra mundial, de la mano del poeta Paul Bowles aterrizó en Tanger, refugio por excelencia de muchos artistas autoexiliados y ricachones proscritos, donde se iniciaría su particular alianza con el decadente y misterioso Old Bull Lee. ¿Que quién es este personaje? No es más que el alias de Burroughs en “On the Road”. Regentó un restaurante para el cual contrató a los Master Musicians of Jajouka, los mismos que más tarde encandilaron a Brian Jones. Aquello debió ser un potente caldo de cultivo que sirvió para cimentar algunos de los más estrafalarios proyectos artísticos de la época. Ceremonia del té bereber, comefuegos y drogas duras; lo sabe David Cronenberg.

De vuelta en París, en el Beat Hotel, creó la técnica del Cut-Up. Se trata de un collage multimedia, explicado a grandes rasgos. En la poesía, hay quien encontrará antecedentes de esta técnica en Tristan Tzara, Dos Passos o en T.S. Eliot y su “The Waste Land”; pero para el “underground” musical que surgió años más tarde, punk e industrial en particular, el poema “Minutes to Go” es considerado como el punto de partida. El pináculo del cut-up lo firmó Burroughs en “Naked Lunch”, lo que le valió una plaza en el panteón pop que es la portada de Sgt. Pepper’s. Lejos de que el éxito del segundo los distanciara, sus colaboraciones no mermaron, financiándose mutuamente cuando anduvieron escasos de dinero. Ambos son casos paradigmáticos de la particular realidad paralela Beat, especialistas en trabajos de demolición, exterminadores de plagas a base de pelitre literario.

Gysin también fue un estudioso de la caligrafía árabe y japonesa, muy presente en sus pinturas, véase “Calligraffiti of fire”. Por otro lado, una de sus obras más notables, podría englobarse dentro de la categoría de diseño de producto, la venerada y mística luminaria “Dreamachine”. Objeto entorno al cual nace este artículo.

El 15 de febrero de 1960, el técnico electrónico y programador Ian Sommerville escribió a Gysin para decirle que había creado un sencillo mecanismo de luces titilantes que se experimentaban con los ojos cerrados. La exposición al mencionado efecto “flickering” provocaba la visión de caleidoscopios de color cuya complejidad y belleza aumentaba de forma gradual.

Los diarios de Gysin revelan observaciones similares experimentadas durante viajes en tren o automóvil. Apresuradamente, se propuso fabricar su propia versión del artefacto. Recortó varias hendiduras que recuerdan a patrones geométricos árabes en un cilindro y mediante un soporte fijó una bombilla en la mitad. Después colocó el cilindro sobre un tocadiscos que lo hacía girar a 78 rpm. Según sus creadores, a causa de esta rotación, la frecuencia de los pulsos de luz proyectados a través de las hendiduras se corresponde con la de las ondas alfa de nuestro cerebro (8-13 Hz), activas durante los periodos de relajación, con los ojos cerrados, como puede ser durante el despertar del sueño.

Brion Gysin se adentró en una nueva era de la visión, la visión interior. Según él, en la historia del arte, magia o ciencia, solamente un objeto había sido creado con la intención de ser visto con los ojos cerrados, su “Dreamachine”. Las brillantes visiones interiores provocadas por nuestra propia actividad cerebral nos convierten en artistas listos para dar nuevas respuestas a cuestiones como ¿Qué es el color?, ¿Qué es la visión? Y ¿Qué es el arte?

En el rápido flujo de imágenes uno puede reconocer estrellas, cruces, patrones pre-colombinos o formas geométricas presentes en tapetes islámicos, el libro de los muertos egipcio o tibetano en technicolor. Un viaje al interior del almacén de símbolos que constituyen la humanidad. (Estimo oportuno mencionar que quizás podamos obtener respuestas e información de interés respecto a este tema en “El hombre y sus símbolos” C.G. Jung.)

Tras patentar el objeto, una de sus primeras apariciones fue en la exposición L’object en el Museo de las Artes Decorativas de París. Desde entonces, ha sido rescatado para múltiples retrospectivas acerca de la Generación Beat o la época de la psicodelia, por ejemplo, en el Centre Pompidou, año 2016. Gysin manifestó que varias compañías, incluyendo el gigante electrónico Philips, se interesaron, al principio, por su comercialización. Aunque, una vez comprendida su filosofía de búsqueda interior, perdieron el interés. Dijo que parecían estar más interesados en el desarrollo de máquinas y drogas que hacen que la gente se vaya a dormir, en lugar del despertar de la conciencia.

La solidez científica de sus postulados es discutible, pero desde la perspectiva del diseño de producto, pocos objetos gozan de un aura mística tan poderosa. La denominada ergonomía emocional del “Dreamachine” es difícil de superar. ¿Puede este objeto generar adicción? Portal, catalizador digno de la alquimia legendaria, objeto depositario de cierta naturaleza divina. Se le ocurren a uno muchísimas preguntas divertidas sobre el potencial de esta lámpara.

¿Cuál ha sido su destino? ¿Ha perdido la humanidad una herramienta que la ayude en su florecimiento? Las máquinas de sueños han adquirido un estatus de “objeto de culto” en el sentido pop del término, descansan en el desván del ocultismo, junto con los cachivaches de Wilhelm Reich, al alcance de unos pocos que conocen su potencial. Su legado ha evolucionado y está presente en los audiovisuales modernos, videoclips de ensueño. De todas formas, gracias a la proliferación de manuales a través de Internet, es completamente gratuito hacerse con los planos e indicaciones para su construcción (véase “Dreamachine Plans” en Temple Press Limited 1992). Para todos aquellos que quieran viajar al espacio exterior, no os alarméis cosmonautas, uno puede abrir los ojos cuando quiera.