Imanol Zubiauz
Artista y estudiante de doctorado (UPV-EHU)

Fotografía: Imanol Zubiauz
Durante los siglos, la incidencia de la luz para la producción artística ha ido variando de rol, pasando por diferentes fases, donde su concepción como una “herramienta que ilumina algo”, ha derivado finalmente en una disciplina artística que sitúa la luz como la obra en sí misma. Creando con ello, la independencia de la luz sobre los demás materiales. Desde la prehistoria, las incipientes luces ígneas que modularon los volúmenes en las cuevas, fueron compartidas por la temática imperante a través de la observación solar y los movimientos astronómicos. Consecuentemente, llevó a evocar mitos, leyendas y religiones por su carácter místico, reflejándose en la arquitectura y en la propia construcción de las formas de vida. Se intentó captar en pinturas, sirvió para la creación de actos teatrales, se captaron instantáneas a través del obturador y se pudo almacenar el movimiento. A pesar que en todos estos apartados, la luz, fue un elemento indispensable, un instrumento clave para su consecución, no llegó a tener una definición independiente como obra hasta los años 60 con la llegada de los Light Art and Space artist.
En las primeras creaciones, la luz es mostrada generalmente a través de un objeto. El resplandor de las luminarias invade gran parte del espacio, pero la propia fuente de iluminación adquiere una notable presencia física. La atención del público se centra principalmente en el propio aparataje, frecuentemente considerado por el uso del neón. A medida que la desaparición del objeto artístico fue cogiendo fuerza acompañado por otros movimientos como el Land Art, la importancia de la percepción individual en el espacio se incrementó, aplicando con ello, las teorías fenomenológicas desarrolladas por teóricos como Husserl, Heidegger, Fink, Merleau-Ponty, Ricoeur, Pos, Thévenez o Lévinas. A la hora de entender el espacio y ordenar una serie de estímulos, los sujetos proceden a medirlos de diferentes maneras. Aunque las percepciones sean similares, es poco probable que dos personas sientan exactamente lo mismo en el mismo escenario. De modo que, estos artistas alteran de diferentes maneras un lugar, incidiendo con la luz en los parámetros tridimensionales, sensoriales y perceptivos de los sujetos presentes. Dependiendo de las vivencias anteriormente adquiridas o el background de cada persona, así como la medición individual de la experiencia vivida dentro de las instalaciones de luz, compondrá una obra en cada sujeto. De modo que, diferentes obras (una por cada visitante) pueden convivir simultáneamente en un mismo espacio. Es decir, la visión de los presentes no se limita a una posibilidad única y estática de la realidad.
La fenomenología nos habla de cómo conocemos el mundo, de cuáles son los recursos que empleamos a la hora de acercarnos a la realidad (…) (Los artistas de lo inmaterial) Se basan en una idea de manipulación del espacio real que varía en función de las diferentes prácticas que el sujeto propone, y porque en su mayoría son obras que producen cambios de actitud o de estado en un propio espectador, lo que sigue los principios de la Mecánica Cuántica. (J. Chavarría. Artistas de lo inmaterial. p25)
Casi al mismo tiempo que la Teoría de la relatividad, aunque el grueso de la mecánica cuántica se desarrolló a partir de 1920, Albert Einstein, llevó a cabo varios experimentos de los cuales explicaron que la luz puede comportarse en forma de onda y en forma de materia simultáneamente. Este fenómeno se conoce como dualidad onda-corpúsculo. Dependiendo de cómo sea su medición, se puede ver el comportamiento que tiene la luz en cada forma individualmente. Estas nociones, se unieron a las teorías fenomenológicas y se extrapolaron a la comunidad artística del oeste de Estados Unidos, incrementando las obras de carácter inmaterial. El arte y la ciencia se hermanaron para crear obras que hacen dudar a los visitantes de lo que sucede delante de sus ojos y dan la opción de elegir cómo medir lo experimentado. La visión, el movimiento corporal, el sonido y el tacto (o su ausencia), son las herramientas de medición que se compaginan para poder entender las diferentes sensaciones que ofrecen las obras. El Light Art Atmosférico, se centra en la mirada del visitante y en sus percepciones, ya que cada sujeto conlleva sus propias medidas, que consecuentemente, generan un resultado diferente partiendo del mismo punto. Por lo tanto, podría decirse que las obras de estos artistas, son aquellas instalaciones donde la luz es el eje del proyecto, la experiencia es la herramienta, la percepción es la consecuencia y las teorías fenomenológicas su base conceptual.
Como ejemplo de ello, podrían mencionarse las obras que componen la serie de James Turrell Space division construction (1976-2013). Estas intervenciones, se originan sobre un corte rectangular en una pared, situando su punto central a la altura media de la línea de horizonte de los visitantes. Esta especie de ventana, sirve para comunicar la sala donde el público entra a la intervención, con el interior de un espacio nuevo, el cual, no tiene otra vía de acceso. Tras la iluminación homogénea del mismo color en la habitación encapsulada, visto desde la sala accesible, se muestra un rectángulo que para muchos puede suponer la visualización de una superficie plana con algún tipo de iluminación o retroiluminación. Es decir, que se le otorga una superficie de apariencia sólida gracias a que las paredes laterales de su interior, el techo y el suelo, quedan impregnados de un color plano sin degradación alguna. De tal manera que, se disuelven las aristas de la habitación perdiendo así el sentido de profundidad.
Por ello, las personas que acceden a la sala habitable, generalmente necesitan validar la creencia del rectángulo como una superficie plana. Dado a que la visión no aporta todas las pruebas para asegurar la existencia de dicho recuadro, tienden a acercarse a la hendidura para ver ese rectángulo desde más cerca y poder así estirar los brazos, con la intención de poder tocarlo. En el momento de dar un paso al frente y afirmar que pueden meter su mano dentro de la incisión, se resuelve el enigma, al mismo tiempo que el cerebro rectifica sus parámetros tridimensionales y llega a la comprensión de la existencia de un espacio tras lo que se suponía un rectángulo plano. Para la producción de esta obra, el espacio es transformado para que la luz pueda cumplir el juego perceptivo que se le asigna y con ello, cambiar o alterar los parámetros espaciales de los individuos de un modo sencillo pero muy eficaz. Lleva al espectador a una dimensión que desconoce en una primera instancia, logrando que el visitante pueda ver un objeto preceptivamente palpable cuándo su verdadera condición es la inmaterialidad.
En infinidad de ocasiones, cuando la luz parece recrearse de una forma tridimensional, las personas tienen a comprobar su materialidad intentando tocar la escultura que ven delante de sus ojos. Instintivamente los humanos recurren al sentido del tacto para poder completar la información necesaria que no aporta la visión. La percepción puede ser muy variada si los datos recogidos solo son obtenidos tras la utilización de un tipo de receptor. De modo que la información llega sesgada y comprendida a través de la realidad que cuenta solo una parte de los sentidos.
Para organizar y situar las diferentes obras dentro del mundo artístico compuesto por las instalaciones de luz, se propone una tipología de las obras de luz atmosféricas, dividida en tres grandes grupos, los cuales, podrían mencionarse de la siguiente manera; Objetos perceptivos / Materialización de la luz, Generación de atmósferas y Arte como experiencia.
En cuanto al grupo Objetos perceptivos / Materialización de la luz, está compuesto por aquellas obras que consiguen generar un objeto aparentemente tangible pero que al comprobar su cuerpo de una forma somática, no existen. Es decir, el objeto se puede ver o percibir pero carece en el aspecto orgánico, presencial o corporal. A este grupo corresponde la mencionada obra Turrell, la cual podría ejercer como embajadora.
Una vez destruido el objeto como un cuerpo físico tangible, el desarrollo de las obras lumínicas llega a tal expansión de la luz en el espacio, que convierte las salas expositivas en un aura radiante que envuelve a todos aquellos que entran en su terreno, dando paso al siguiente grupo: Generación de atmósferas. Estas intervenciones, comúnmente no contienen un punto específico dónde mirar o fijarse, ya que la luz reside en todo el espacio. Con ello, se consigue sobrepasar los límites del campo visual de los visitantes, integrando así el cuerpo del individuo en la obra. En consecuencia, para que una persona pueda ver todos los ángulos dónde habita la luz, necesita girar sobre su propio eje y desplazarse. La eliminación de focalizar un punto concreto, despojado de simbolismos e identidades, hace que el espacio caiga sobre las percepciones y sensaciones que conlleva su visualización y experimentación. Es decir, que la percepción individual trazada por un espacio que ofrece unos estímulos concretos, puede ser totalmente diferente de una persona a otra.
Junto con la creación de las atmósferas se da pie a la intención de generar un arte para incidir en la experiencia del visitante. En el grupo de Arte como experiencia; las obras, están destinadas a que el público entre en una dinámica de interacción tanto fisica como psicologica a través del tanteo o la vivencia dentro del entorno. Estas obras, son aquellas que están exclusivamente destinadas para generar una reacción que cambie el entendimiento de la realidad, a raíz de ser expuestas a una modificación drástica en la construcción perceptual del espacio. Se juega con los colores, la profundidad, las direcciones de los focos o la participación activa del público.
En definitiva, la luz, almacena una gran potencia para cambiar la concepción de un espacio, así como condicionar hasta límites extremos la percepción de los individuos. La ampliación del prisma por el cual, el visitante es capaz de elegir su propia perspectiva y los elementos de medición, hacen que los proyectos adopten un estrecho vínculo con las personas presentes en las instalaciones. De este modo, el arte comprendido como experiencia se abre paso y concede a la Luz el protagonismo que merece.
Bibliografía, notas y fuentes:
Butterfield, J. (1993). The art of light and space. New York: Abbeville Press.
Chavarría, J. (2002). Artistas de lo inmaterial. Hondarribia, Guipúzcoa: Editorial Nerea.
Etherington-Smith, M. (2006). James turrell: A life in light. Paris: Somogy Publishers.
Molinaro, M. Craig, E. (1991). James Turrell: The art of light and space. Univ of California Press.
Art Documentation: Journal of the Art Libraries Society of North America.
Debe estar conectado para enviar un comentario.