De lo nuclear en Twin Peaks

Gorka Sánchez
Ingeniero de diseño industrial

Imagen: Lourdes Álvarez

Llevo un tiempo preguntándome qué es lo que más me gusta del cine de David Lynch. La serie de personales párrafos que pueden leerse a continuación son divagaciones-collage fruto de la lectura de “Room to Dream”, realizadas mientras me encontraba de viaje en 中国, en combinación con los recuerdos del visionado de sus pelis, ocasionalmente en pequeñas y polvorientas pantallas de ordenador portátil. Me confieso, he visto mucho Lynch en baja fidelidad y lo he disfrutado tanto como Ed Wood amaba el cine; sobre todo con Twin Peaks, elemento nuclear durante este desarrollo. Asique, antes de que termine devorado por mi mal perfeccionista doppelgänger escritor revisionista, fuego camina conmigo, ¡Al turrón! Me lanzo como uno de esos Japoneses en la toma de “Takeshi’s Castle” a concluir esta titánica tarea.

Necios patanes del jurado, permítanme que de ahora en adelante le llame David. He disfrutado con la lectura de “Room to Dream”, autobiografía Lyncheana coescrita entre el propio David y una periodista llamada Kristine McKenna. A propósito del término “Lyncheano”, me empieza a sonar un poco como a un hombre “Maradoniano” superado por su leyenda. Sírvanse del término los críticos cinematográficos a su gusto, en busca de herederos de su técnica y Mondo Bizarro, me quiere, no me quiere; metámoslos en cajas de Rotten Tomatoes. Lo relatado en esas páginas no es más que la punta del iceberg. ¿Quién pudiera resumir la frenética actividad creadora de este señor que tan agradecido se muestra cada vez que alguien le trae un café? Gordon Cole, un espíritu inspirador. El elenco de actores con los que ha trabajado habla de lo presente que está en las conversaciones que mantienen con él, su poder catalizador de actuaciones memorables, el buen rollo en el set de rodaje, la camaradería.

Las realizaciones de antaño solían ser más largas >= t_rodaje + t_post_producción. La industria cinematográfica y de la televisión marcan unos tiempos cada vez más escuetos; el hombre de negocios piensa en el dinero y nuestro David artista independiente ha forcejeado con estos gigantes a lo largo de su carrera. ¡Oh, vaya! Me lío, como una persiana, en estos derroteros poco estimulantes. A propósito de las persianas, Ojalá fueran menos ruidosas cuando se enrollan. ¡Que tomen nota las inventoras como Nadine! la chica del parche pirata y superfuerza de Twin Peaks, obsesionada con el desarrollo de unas cortinas silenciosas, para ventanas indiscretas que no deseen llamar la atención. O eso, o asomado en el balcón de mi casa, voy matando a todo el que pasa, cantaban los Desechables y, bien es cierto, que T.P. tiene muchísimo chismorreo de vecindario que me divierte.

Cada uno de los elogios al café de Agent Cooper es el reconocimiento al artesano Zen que ha adquirido la maestría en la realización de una tarea sencilla. En el hojaldre y relleno de la tarta de cerezas hay amor por los detalles que hacen de la vida algo especial. Todo este exceso de azúcar es curiosidad, fuerza motriz de una imaginación desbordante. Los hermanos “Horne” del Great Northern en pleno éxtasis culinario degustando bocadillos, “baguettes blandurrias”, o las largas secuencias del barrendero en plena faena tras las juergas del “One Eyed Jack’s”, son más de lo mismo. De lo onírico y del culto a la comida saben mucho “Los Soprano” de David Chase, declarado fan de este trabajo que marcó un antes y un después para las series de televisión.

Intermedio obligatorio para el cambio de cinta, titulado: “Beijing Days”. Han transcurrido varios días desde que he llegado a la ciudad. Estoy alojado en casa de un amigo. Los días transcurren realmente despacio, se suceden los cielos azules y otros algo más grisáceo-gaseosos, el famoso “smog”, bajo la amenaza invisible del coronavirus de Wuhan que se propaga por el gigante. Las calles están realmente tranquilas, con pocos transeúntes. El guarda de seguridad de nuestra urbanización vigila con celo, o se echa una cabezadita en su garita. Cuerpos de seguridad del Estado Chino, laberinto para una tesis. Algunos accesos al recinto residencial están cerrados con cadenas y los avisos plastificados nos recomiendan prestemos atención a nuestra salud e higiene. Todo me recuerda a Svetlana Alexievich y una aldea bielorrusa afectada por la radiación de Chernobyl, donde, tras la evacuación, la naturaleza recupera el terreno perdido. Las hiedras envuelven antiguas casas de madera, frutas rojas del bosque creciendo más jugosas que nunca, como si fueran a estallar de sabor. Lo que corre peligro de que estalle, es en realidad, el ganado abandonado que se salvó del paredón, tras varios días sin haber sido ordeñado.

Del aire de la capital se pueden decir muchas cosas, aunque es del aura de lo que quiero hablar, la palpitante paranoia no científica que pesa sobre nosotros. En Chernobyl el fantasma de la muerte se enmascaró en el átomo invisible, algo contra lo que los soviéticos aún no habían guerreado en un siglo marcado por la tragedia. Su programa nuclear era el de los átomos por la paz, conocido eslogan. La presencia del ejército es sinónimo de seguridad. Las tareas de salvación que acometieron, dignas de Sísifo durante el día de la marmota. Beijing y Shanghai, a caballo entre el Brutalismo Soviético de la dictadura Estalinista y el horizonte del Mundo Feliz de Singapur. La epidemia también es invisible. El ejército “rouge” movilizado, la gente acostumbrada a su presencia. Se construirá un hospital en 10 días y las obras avanzan más rápido de lo previsto.

Una pareja de ancianos eslavos discute sobre la carrera espacial, sentados sobre grandes pedruscos, la casa que hay detrás de ellos se cae a pedazos. Los gremios medievales transmitían el conocimiento del artesano de generación en generación. Los hubo en todos los lugares del mundo. Los cien años previos a la fundación de la República Popular China se conocen como el Siglo de la Humillación. Después, les sigue un deliberado intento de aniquilación de la Ideología Feudal. Yo no creo en el fatalismo eslavo ni en el asiático frente a la muerte, no sé lo que significa. Existe un vínculo entre el hombre y el objeto. Un ordenador no se arregla a patadas. El cambio generacional es muy evidente en la sociedad china. El principio de no acción de Lao Tzu es algo demasiado abstracto para estos días, los líderes se afanan en cincelar bloques* (véase TaoTeChing), incluso el sentido filosófico de la ceremonia del té, parece habérsenos olvidado. Se contempla la posibilidad de demolición de un edificio pasados diez años, aun siendo tan perjudicial para ama natura. Lluvia, vapor y tren bala, un nuevo cuadro de Turner. Mi compañero me saca de mis cavilaciones. “En este preciso instante, no hay nada mejor que comerse un yogur natural mezclado con fresas mientras escucho a Marvin Gaye. Sábado noche, en un ático del madrileño barrio de Malasaña suenan The Bee Gees, para deleite del inquilino que con gusto saborea un platazo de cocido. El agente Cooper que hay dentro de nosotros.

Enhorabuena para el que haya llegado más allá del intermezzo que sólo yo y David podemos comprender. ¿A qué viene lo del Coronavirus y lo de Chernobyl? ¿Qué es lo que me gusta de David Lynch?

Encuentro fascinante el universo de Twin Peaks, es como un cable eléctrico chisporroteando en charcos de sombra creadores de vida. Su mágica atmósfera que mezcla secreto y misterio. La naturaleza del secreto es humana y oscura en la mayoría de ocasiones. ¿Quién mueve los hilos en la sombra? Eso es un secreto, como los programas de desarrollo de la bomba atómica en Alamogordo, llevados a cabo por científicos americanos y algún alemán repatriado. El misterio es de carácter transcendental. En el gran plan, más allá de la lógica y la razón es donde yace, allí donde no alcanzamos a comprender. En la noche de los bosques del Estado de Washington, los búhos no son lo que parecen. Ambos están en nosotros, en la naturaleza y personajes de la serie, salpicando los hechos y condicionando conductas.

El secreto y el misterio envuelve una serie de acontecimientos casi mitológicos (Sin cuestionar su veracidad, se ha escrito tanto sobre ellos, ¿Más de lo que sabemos?) de la historia americana que sirve como génesis del pueblo Twin Peaks, Population 51,20(1) (La última cifra la añadieron los visionarios ejecutivos, pieza clave en su posterior descalabro, por cuestiones de audiencia, temiendo que una población baja no atrajera suficientes televidentes). Reubicaciones forzosas de las tribus nativas, Fiebre del oro, Industrialización del Lejano Oeste y la competencia entre empresas madereras, la carrera armamentística por el hongo, los ácidos sesenta con el Thelema de Aleister Crowley en auge, los arquetípicos Scouts como símbolo de los dorados cincuenta vs bigfoot, guerra fría, ufología y “foo fighters”, bolas de fuego avistadas por pilotos de aviación. Así es como llegamos al asesinato de Laura Palmer.

¿Se salva Laura Palmer? Angelical reina del instituto que a escondidas se empolva la nariz. Mártir en la lucha contra la oscuridad que penetra desde el abismo nuclear, corrupción humana enquistada que se hereda generacionalmente.

Pequeño paréntesis que arrojará algo de luz al enigma planteado anteriormente, ¿Cómo veo el cine de David? Lo disfruto de manera visceral, digestión intuitiva de la conmoción generada por lo que estoy viendo. Sus guiones tienen fama de breves y concisos. Previamente a la grabación de la escena, comunica con claridad prístina la sensación que sus actores han de transmitir, destinando el tiempo necesario para estas explicaciones, en ocasiones crípticas. Después graba, no será habitual verle repetir tomas a troquel. Narraciones no lineales, laberínticas, realidades paralelas y su mundo onírico, además de personajes que viajan a través de ellas, transformándose o copiándose, a veces sin alma. Por lo tanto, resolver el crimen libreta en mano, al estilo de Miss Marple y Agatha Cristie, no es mi objetivo. Me divierto viendo al intuitivo “Agent Cooper” y sus peculiares métodos, al FBI entero, basculando entre la razón aplastante y las pruebas de fe. Las verdades, pequeñas, que se nos van revelando, me empujan a querer seguir investigando el gran tablero.

Acerca de la forma en la que Lynch explora la dualidad luz y oscuridad, desde los tiempos de Eraserhead, su visión se ha visto influida por las técnicas de Meditación Transcendetal de Maharishi Maesh Yogi, gurú Indio. En lo estético, el componente biográfico es un habitual recurso de análisis, el yinyang de su cine, aunque limitado. El recuerdo idílico de una infancia, mudanzas en el Noroeste de Estados Unidos, los días de Boise, parecidos al barrio de la secuencia inicial de Terciopelo Azul, el olor a césped recién cortado mezclándose con la gasolina del John Deere, hasta el viaje a través de la oreja que se pudre en el jardín y el manto de fríos exoesqueletos de los insectos que se frotan nerviosos. La Philadelphia industrial y deprimida, las revueltas raciales del 64, el auge político del ex policía Frank Rizzo; hechos que sirven como contrapunto visual del sueño americano. Su gran amistad con Jack Fisk, la admiración hacia su mentor Bushnell Keeler, el pintor que le enseñó la posibilidad de una vida como artista, el diseñador de sonido Alan Splet, o los villanos interpretados por Hopper y Dafoe… ¿Qué me decís de Harry Dean o Richard Farnsworth? Como estar sentado a la derecha del padre, el de arriba, ni siquiera hace falta hablar de tanta armonía y paz que transmiten. A Lynch Cooper el faisandaje y la maduración de la carne le fascinan, tanto como la quínoa que nos enseña a cocinar en Youtube, puesto que también forma parte de la vida.

Por lo tanto, en lo que respecta a la salvación de Laura y sus sucesivas visitas a “La habitación roja”, una sala de espera donde lidiamos con nuestros yo-es, para ascender o descender en el aprendizaje del amor, eterno retorno, o bien, por fin, desvanecernos, iluminados. Cuestión de tiempo, inalcanzable si no prestamos atención a los avisos en las tartas de cerezas y o explosiones nucleares.