Iñaki Vázquez Larrea
Doctor en Antropología
Fecha de publicación: 30/08/20
Existe un mito recurrente en el seno de la sociedad vasca. A saber, que la elección del euskera como lengua vehicular en las aulas nace de un supuesto consenso democrático y no de una cosmovisión nacionalista mayoritaria en el seno del país. Tal y como me espetó un joven alumno perteneciente a un sindicato estudiantil nacionalista, “es normal que en mi país quiere hablar mi idioma, y no ningún otro”. Tal aseveración haría remover de su tumba a Julio Caro Baroja, aunque no a gran parte de la intelligentsia nacionalista, que como Luis de Eleizalde veía en el euskera una herramienta de nacionalización política.
La coletilla es importante, porque los vascos han expulsado al castellano de las aulas de secundaria y primaria bajo el supuesto de que tal lengua es de ellos (los españoles) y no la de nosotros. Por tanto existe un consenso mayoritario de negación cultural, que nada tiene que ver con la democracia.
Un segundo aspecto a resaltar. La mayoría de alumnos vascos que quedaron fuera de este supuesto consenso, observan el euskera como mero instrumento de segregación social e imposición administrativa. Se trata de un hándicap cultural que les resta oportunidades de promoción social en su propio país.
Ante tal disyuntiva la degradación gramatical de su uso en las aulas de secundaria es evidente . En términos generales no se pasa del “Komunera joan naiteke” (¿Puedo ir al servicio?) o ¿Hau azterketan sartzen da? (¿Esto entra en el examen?) o la aseveración más explícita de que “odio el euskera”.
El retrato de una sociedad dual fragmentada recuerda al de Doris Lessing para su Rodesia natal. Un largo paseo por la sombra, que, recordemos. derivó en su exilio londinense.