Director de Orquesta

Víctor Pablo Pérez (Burgos) estudió en el Real Conservatorio de Música de Madrid y en la Hochschule für Musik
de Múnich.
Ha sido director artístico y titular de la Sinfónica de Asturias, de la Sinfónica de Tenerife [OST], de la Sinfónica de Galicia [OSG],…
Desde la temporada 2013-2014 ha sido designado director Artístico y Titular de la
Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid [ORCAM].
Llamamos a Víctor Pablo mientras se encuentra trabajando en Tenerife con la JOCAN (Joven Orquesta de Canarias):
Álvaro Ibáñez Fagoaga— ¿Qué recuerdos musicales le evoca San Sebastián, Maestro?
Víctor Pablo Pérez— Bueno, ¡muchísimos!, y especialmente en la Quincena. Primeramente con la Orquesta de Tenerife, y después con la Sinfónica de Galicia. ¡Y también con el Orfeón Donostiarra!. Yo tengo una relación con el Orfeón que, según reza en el cartel que me regalaron, hay más de 75 colaboraciones a lo largo de mi vida, por lo tanto, la relación es muy intensa con San Sebastián. Y también muy agradable. Recuerdo también que, con la Sinfónica de Euskadi, fui invitado en numerosas ocasiones a dirigir la orquesta durante la etapa de su creación. La verdad que mi relación con Donosti es intensísima.
A. I. F.— Usted alude en multitud de entrevistas a la importancia de dotar a las orquestas de buenas infraestructuras. ¿Cree que San Sebastián es una ciudad bien dotada en este aspecto?
V.P.P.— Pues hombre, ahora si. Yo creo que tiene un gran auditorio, que es el Kursaal. Una infraestructura que en principio fue muy polémica, pero que bueno, con el paso del tiempo se ha convertido en un referente de la ciudad a pesar del contraste arquitectónico. Hoy en día está ya perfectamente integrado, y ha demostrado además ser un maravilloso auditorio con una acústica excelente. Y he de decir además que es uno de los auditorios mejor gestionados del estado. Consiguen que haya vida alrededor de ese auditorio, vida diaria. Y que no sea una burbuja que se abra en el día del concierto y vuelva a cerrarse nada más terminar la actuación. Afortunadamente, el Kursaal tiene alrededor una vida muy activa, y eso es de agradecer, porque hace que se normalice que todo tipo de públicos puedan acceder a la cultura que se da dentro de ese auditorio, ¡y que es una cultura de mucha altura! Eso es un logro para la ciudad sensacional. La verdad es que hubo un antes y un después. El Teatro Victoria Eugenia es un teatro fantástico, de época, pero con una acústica extremadamente seca, que no es agradable para hacer música. Se sufría mucho porque no llegaba el sonido, y ahora, desde que se tiene el Kursaal, es una maravilla. Yo creo que la ciudad tiene una de las mejores infraestructuras del país.
A. I. F.— ¿Considera entonces que San Sebastián es una ciudad privilegiada con respecto a la música clásica?
V.P.P.— Bueno, es una ciudad con una intensidad muy remarcable. Durante todo el año la Orquesta de Euskadi tiene su vida y su sede centralizada en San Sebastián, el Kursaal tiene también su programación, y además tiene un gran festival como es la Quincena Musical. Un festival que es considerado además, desde la etapa de José Antonio Echenique y Patrick Alfaya, como el gran festival de todo el estado, que tiene unas variables increíbles en cuanto a programación, y que ademas ha logrado sobrevivir a un año tan duro como el que estamos viviendo.
A. I. F.— Cambiando un poco de tercio, ¿qué significado tiene Beethoven para usted?
V.P.P.— Bueno, pues tiene mucho. Yo recuerdo que, cuando era muy joven, me compré la partitura de la novena sinfonía. Una partitura pequeñita y barata, de bolsillo. Y en esa partitura marqué una frase, “La música es llegar al infinito puro del alma”. Eso lo escribí con mi letra de adolescente. Y a partir de ahí, de la primera partitura que tuve de orquesta, me ha ido marcando a lo largo de mi vida. He podido hacer en dos ocasiones la integral de todas sus sinfonías, y eso es un placer. ¡Además en orden cronológico! Es una aventura y una experiencia única, porque se ve cómo un compositor es capaz de evolucionar en cada una de sus obras, cómo va creciendo su potencial compositivo. La novena de Beethoven es una de las obras que más he dirigido. La primera de las veces con no más de 30 años. Algunos decían, “¿Cómo se atreve?”. Y bueno, es verdad que hacen falta años para entenderlo, a Beethoven digo. Y es ahora, cuando tengo más de 60, cuando empiezo realmente a entenderlo, pero había que empezar a hacerlo. Y como con toda obra, hay que experimentarla. Hay que evolucionar. Con cada ensayo y con cada concierto. Y bueno, si, ha marcado mi vida. Este año además, que se celebra el 250 aniversario…pues bueno, yo me anticipé haciendo las nueve sinfonías, y este año lo cerraremos de otra manera. Haremos en Madrid el Concierto del Emperador con alguna Fantasía Coral. Y este será nuestro modo de reconocer la figura del compositor más popular de todos los tiempos. La realidad, es que cuando se programa Beethoven la taquilla crece alrededor de un 50%. ¡Es así! No ocurre esto con Mozart, ni con Bach, ni con nadie. Es un seguro de vida para las taquillas. Durante mi último año como director de la Sinfónica de Tenerife tuvimos un descenso presupuestario enorme para programar, lo que se llama ahora gasto artístico. Bueno, pues dije, dado que no tenemos dinero, vamos a programar sus nueve sinfonías. Pues fue el año más popular. Y también el que más taquilla se hizo. Se creció en abonados y en público, y todo esto fue gracias a la figura de Beethoven.
A. I. F.— ¿Es entonces la crisis sanitaria especialmente amarga debido a la dificultad de celebrar su efeméride como se merece?
V.P.P.— Pues mira, curiosamente, ahora se están programando muchas de las sinfonías de Beethoven porque se pueden ejecutar con plantillas relativamente reducidas. Yo creo que se está intentando empujar un poco su aniversario en este fin de año, que desgraciadamente está pasando desapercibido por culpa de la pandemia. Quizá en estos próximos meses se pueda recuperar un poco esa celebración, que bueno, Alemania lo está haciendo. Ha hecho un logotipo, y quería hacer un gran despliegue. No obstante, creo que hay muchos conciertos que se pueden programar. En el Festival de Granada, por ejemplo, se han programado muchas de las sinfonías y de los conciertos de piano porque es posible. Aunque sea de un modo más reducido.
A. I. F.— Entonces, ¿sus obras son adaptables a la pandemia?
V.P.P.— ¡Sin duda! Permanecen a pesar de todo, y esa es su fortaleza. Hubo una época, en la etapa de Karajan al mando de la Filarmónica de Berlín, que sus obras se interpretaban con unas grandes plantillas. Quizás de un modo excesivo. Hoy en día, desde hace ya años, se tiende hacia el historicismo. Las obras de Beethoven se pueden interpretar con 40 o 50 músicos perfectamente.
A. I. F.— Cuenta también en un libro que usted estudiaba “música en serio”. ¿Cree que nuestro sistema educativo trata como se merece a la música?
V.P.P.— Pues no, no la trata bien. La realidad es que incluso los maestros reciben un tipo de enseñanza bastante parcial como para estar bien preparados y dar clases de música. Se da incluso la paradoja de que muchas veces hay niños que están estudiando en un conservatorio que saben bastante más que el profesor. Cuando yo digo que antes se estudiaba música en serio es porque en mi colegio había un profesor, uno de los frailes, que daba clases de música en profundidad. El solfeo no solamente se estudiaba, sino que también se practicaba. Cada clase tenía la obligación de hacer un coro y practicar. Pasar de la teoría a la práctica, que es lo más importante para la música. ¡Ojalá se pudiese tener un plan así en los colegios!
A. I. F.— Siguiendo con el tema educativo, cita en varias ocasiones que completó sus estudios musicales a través de becas en el extranjero. ¿Cree que hoy en día sigue siendo algo necesario?
V.P.P.— ¡Por supuesto!, y no solo los directores. Es muy importante porque hay que conectar con lo que se está haciendo en el mundo. Además, ¡Ahora es fácil! Bueno, por lo menos hasta ahora. Con el tema de la pandemia todo se ha vuelto más complejo, pero hoy en día es más fácil que nunca plantarse en Londres, Amsterdam o Nueva York. Y además resulta muy interesante. Principalmente para comparar conocimientos. También es cierto que nuestro país ofrece cada vez mejores posibilidades. No hay que olvidar que ahora mismo hay muchísimas orquestas que antes no había. Estamos hablando de que hace 30 años había 3 o 4 orquestas, y que ahora hay 30. Ahora mismo existen posibilidades reales para que los jóvenes se preparen. España ha progresado exponencialmente. Se ha recuperado de los 40 años de Franco, cuando la música no servía para nada, ni se la valoraba en absoluto.
A. I. F.— En 2017 comenzó a formar parte de la Joven Orquesta de Canarias, ¿Cómo valoraría su evolución hasta el día de hoy?
V.P.P.— Bueno, el proyecto de la Joven Orquesta de Canarias era muy ansiado. La verdad es que los jóvenes estudiantes canarios tenían necesidad de juntarse y hacer esas prácticas orquestales tan importantes para su futuro. El Gobierno Canario hizo esto posible, y el proyecto sigue adelante, y en apenas unos años de vida, ya ha hecho su primera gira internacional por China, y cada año actúa también en todas las islas.
A. I. F.— A este respecto, ¿Qué diferencias encuentra a la hora de dirigir una orquesta joven?
V.P.P.— En una orquesta joven lo que hay a veces es un exceso de energía, que a la vez es virtud y defecto. Si se consigue controlar es una virtud. Además, una orquesta joven tiene la posibilidad de hacer innumerables ensayos. Con una orquesta profesional el ritmo es otro. Se trabaja en función del programa y el momento que se esté viviendo en ese momento. Debo decir que en algunas orquestas hay a veces una tendencia a cierta rutina, y hay que romperla. El director es además el primer encargado y el primer responsable de ilusionar, de motivar y de seducir a los músicos para tener semanas verdaderamente creativas.
A. I. F.— Y en cuanto al nivel de nuestras jóvenes orquestas, ¿En qué punto se encuentran?
V.P.P.— Bueno, con las orquestas jóvenes ocurre lo mismo que con gran parte de nuestro tejido sinfónico. La gran mayoría de nuestras orquestas profesionales, salvo algunas excepciones, tienen poco más de 20 o 30 años. Y lo mismo ocurre con las jóvenes. Es más, son todavía más jóvenes. Están todavía en la pubertad. Además, las jóvenes orquestas renuevan su plantilla cada 3 años. Lo que sí que ha cambiado en los últimos 15 años es el nivel técnico y musical. Antes, en la Joven Orquesta Nacional de España, aproximadamente el 20% de los músicos llegaba al nivel profesional. Hoy en día, el 80% de ellos llegará algún día a ser músico profesional, y muchos de ellos además a un altísimo nivel. Europa mismo se está llenando poco a poco de músicos españoles. Tienen además un plus que es fundamental, que es el plus de la energía y de la vitalidad, algo de lo que en Centroeuropa están, quizás, un poco más escasos.
A. I. F.— Finalmente, ¿Qué pieza de Beethoven recomendaría a nuestro público más joven para familiarizarse con su figura?
V.P.P.— Pues mira, todas sus sinfonías se tocan habitualmente. Yo aconsejaría la 7º, que es muy vibrante y tiene mucho ritmo. Es impresionante en cuanto a energía interna. Y si hay personas que son, digamos, más bucólicas, la 6º, la pastoral, aunque todas sus sinfonías son sin duda alguna recomendables.