Pasolini versus Tarantino

Dos vidas violentas

Jocano
Músico

Imagen: Amaia García Hernández

guitarras y desafines. En “El nacimiento del ruido” (Neo Sounds), el editor Ian S. Port relata pormenorizadamente la rivalidad entre Gibson y Fender, las dos guitarras claves en la construcción del rockanroll. El showman Les Paul confeccionó un tablón de madera de pino con el añadido de mástil, cuerdas y una pastilla de sonido. Leo Fender ideó, a partir de una guitarra country, algo más manejable y resistente, con diseño moderno. Ambos creadores norteamericanos tuvieron a Eric Clapton, Mike Bloomfield o Jimi Hendrix como idóneos embajadores o modelos; la música popular no fue lo mismo desde aquellos años que mediaban el siglo 20.

No hubiera recurrido al territorio musical de no haberme topado con el libro de S. Port. Pero quería hablar del cine de Pier Paolo Pasolini -PPP- y de Quentin Tarantino -QT-, y abrir esas virtuales rivalidades de ambos frente a la ruptura narrativa, la transgresión. la provocación, el escándalo, la violencia, la (post)modernidad o el antifascismo. El magisterio creativo de ambos nace de divergente manera, crece con alternancias y fecunda un proyecto que ofrece paralelismos, algunos, los provocados por dos vidas violentas. Con medio siglo de margen, Pasolini y Tarantino desafinaron las guitarras del cine.

raices . Vamos a entender la introspección de PPP como la de un cirujano que estudia a un paciente, frente a la exhibición Tarantino, diseccionando. El ensayo es el primer lenguaje del italiano, la voz, los dibujos, los guiones, los diarios sonoros, su necesidad de “escribir en otro idioma”, el cine de ensayo. A Quentin nunca le ha dolido decir que sus películas son un mestizaje de robos y versiones troceadas de sí mismo. Que ha trabajado con material ajeno como plagio descarado y con su propia licencia personal. Mientras su Universidad cinéfila comenzaba en los cines X y en los videoclubs donde trabajó, alternando Ringo Lam o Sam Peckimpah. En la órbita literaria de Passolini estaban Petrarca, Miguel Ángel o Ungaretti.

Dueños de una decena de films, ambos se nutrieron de la semiótica, antropología o el psicoanálisis en sus guiones, trasposicionando cuentos infantiles, recreaciones de mitos clásicos o síndromes de idéntica raíz. Todas las bibliotecas y videotecas del mundo caían como focos de atención mientras Pier Paolo y Quentin se lanzaban al celuloide. No es mi intención confundir ni simplificar éste breve articulo con títulos o sedimentos cinematográficos que puedan contextualizar a Pasolini o Tarantino, por lo que me ceñiré a citar los fundamentales. En una conversación entre Scorsese y QT coinciden en afirmar que “Accatone” es la mejor pelicula de Pasolini.

violencia/sangre. Los antecedentes que mueven la trayectoria violenta en el cine de PPP se ceban en la Roma salvaje de los años 60, agotando esa pureza adolescente y poética con los que había viajado desde su freudiano reino. “Sus últimas denuncias son muy violentas. Ya no era un mensaje de denuncia, se convirtió en un estado violento, hacia algo más duro, sangriento”, declaraba la editora de Gallo Nero. El neoyorkino lo reduce a terminología cinéfila, “sus golpes son en 24 cuadros, el impacto del chico contra la tierra es en 120 cuadros…”, refiriéndose a su film Django Desencadenado.

La sangre es uno de los elementos más fetichistas en la filmografia de QT, herencias del cine oriental, claro. “Yo robo de todo, los grandes artistas roban, no hacen homenajes”, reconoce. Como otro colega, Ken Loach, que afirma que los realizadores que ven la violencia como una solución, sí hacen cine politico. Scorsese lo ha utilizado como “un modo de catarsis”. Tarantino ha representado la voz de una generación, ha reivindicado esa mujer fatal y killer, siempre ha querido rodar en 70 milímetros, ha sido la antítesis y paradójicamente, los puntos suspensivos de un Pasolini audaz, comprometido y revolucionario.

antifascismo. Les separan medio siglo, esos años de guerra fría y controles nucleares, pero entre Pier Paolo y Quentin hay un fusible antifascista idéntico. El italiano representó el fracaso de la conciencia revolucionaria de la postguerra y su colega norteamericano ha visibilizado toda la memoria histórica de la victoria. “Malditos bastardos” abre nuevos limites en las películas de guerra, faculta otra narrativa cinematográfica. de la misma manera que PPP lo había germinado en un mapa, un nuevo espacio, plastificado en novelas, con trabajadores , emigrantes o delincuentes frente a una mafia política burguesa, “Yo, que soy un pequeño burgués, de mierda”, se autocitaba.

La lucha de Pasolini contra las convicciones anquilosadas, su obra tan escandalosa e incómoda, un estilo basado en la polémica. “Han dicho que tengo tres ídolos: Cristo, Marx y Freud. En verdad mi único ídolo es la realidad”, vaticinaba días antes de ser asesinado. Cuando Tarantino se enfrentaba a los guiones de Hitler y sus bastardos también pensaba en Orson Welles —el verdadero cineasta es el que sabe dominar las catástrofes, y en esas historias de la filohistoria que nutren la falsedad de los historiadores respecto a la Segunda Guerra Mundial—. La ficción tenia que convertir el antifascismo en una suave gravedad.

escándalo/provocación. Lo dice César Aira, ese escritor argentino que sabe demasiado, “La provocación es una palabra y puede querer decir muchas cosas”. Aunque QT haya cubierto su cupo de provocaciones, y sienta que ya no es fácil ser provocador, “Tienes que pagar por ello”,reconoce en el momento que está promocionando la última de sus películas, un Hollywood disfucionado y de un glamour violento. Lo tenia muy claro Godard, “yo soy más viejo que un chaval de EEUU que trata de hacer su primera película, pero mi cine es más joven que el suyo porque carece de reglas”, aunque no le hablara a Tarantino.

Como para Fernando Arrabal —el dramaturgo—, los dos protagonistas del Teatro de la realidad son el espacio y el tiempo. Como para PPP el cine es su religión, y Dios es su jefe, coincidieron Tarantino y Pasolini en esa nube arquitectonica de la pornografía de la violencia. “Yo pienso que escandalizar es un derecho, y ser escandalizado es un placer”, afirmaba Pier Paolo en una de sus entrevistas previas a la proyección de Saló o los 120 días de Sodoma. El escándalo llegó en los Festivales, efecto que también padeció Tarantino.

Pero ya lo dijo Diógenes conversando con Platón, ¿Para que sirve un hombre que pasa sus días analizando si no inquieta a nadie?