Ekai Txapartegi
Profesor en la UPV/EHU

Imagen: Junueth Vilchis Ortiz
Octubre de 1522, Corte de Valladolid.
Elkano entra ataviado con una camisa de lino y un sayo raso todo aforrado que le han prestado en Sevilla para presentarse deprisa y corriendo en la corte de Valladolid. Está flaco como un mástil. Tiene en frente a Carlos, un chaval de 22 años ansioso por escuchar de primera mano las aventuras del marino de Getaria.
Carlos I es un joven rey germano que lleva 6 años sentado en el trono de Castilla sin apenas aparecer por allí. Hace dos se enderezó la corona imperial de Otón el Grande en Aquisgrán, en una majestuosa ceremonia a la que acudieron todos los superpoderes europeos. Se entronizó como Rey de los Romanos, Emperador electo del Sacro Imperio Romano. Solo hay que verle la cara, la alianza de los oros del Nuevo Mundo con los banqueros alemanes le va de maravilla. Generoso, en unos días firmará el perdón general de la revuelta de los comuneros, perdonará a todos excepto a los cabecillas, ya totalmente derrotados. Y ambicioso, aspira a cumplir el sueño cristiano-medieval de convertirse en el primer monarca universal de todo el globo: un Dios, un rey, una religión.
La comitiva de marinos ha llegado a Valladolid en carruaje, sus esqueléticos cuerpos no soportarían tres días a caballo y, además, traen a los 3 moluquenses que han pedido acompañarlos y estos no saben cabalgar. Querían conocer al Rey, ese señor del que todos les hablan como si fuera un Dios. Menudos chascos se llevaron cuando lo vieron ahí sentado en su sillón, con una forma tan humana, se esperaban otra cosa. Es solo un crio con mucha tela puesta por encima y, como todos los jóvenes de su edad, con ganas de escuchar las trepidantes aventuras de los marineros que han dado la vuelta al mundo por primera vez. Su testimonio promete. Es el estreno de la temporada, la serie más esperada, acaban de dar la vuelta a toda la redondez del mundo navegando por los monstruosos mares del sur. Lo máximo.
Después de defraudar al rey con un relato más o menos aburrido del viaje, muy técnico, muy por debajo de las expectativas creadas por las fábulas que el rey había leído de pequeño sobre el sur del planeta, a Plinio el Viejo o a Heródoto, decepcionado porque ninguno había luchado contra monstruos marinos, ni la gente del sur caminaba del revés sobre las plantas de las manos y, además, porque todo lo que cuentan es correcto, no cuentan nada que no sea exquisitamente correcto, Elkano regala al rey 3 papagayos disecados y entrega toda la documentación del viaje al secretario Maximiliano Transilvano. Pero el tercer grado a Elkano no termina ahí, días después, el 18 de octubre lo bajan al sótano del castillo para someterle a un fuerte interrogatorio policial de la mano del temido alguacil Santiago Diez de Leguizamo. La expedición no ha traído nada de oro, eso dicen, y quieren saber dónde está. También quieren saber si participaron en el motín de San Julián, o cómo demonios habían asesinado cuatro indios con flechas al capitán Magallanes o qué sabían de la nao San Antonio que hacía dos años había vuelto a Sevilla. Un castillo es de por sí un lugar receloso, sus amplias murallas guardan dentro mucho miedo, y sobre este viaje de tres años había muchas preguntas sin respuesta, muchas dudas por resolver, muchas cosas raras, varios crímenes y, evidentemente, todo un elenco de versiones contrapuestas.
Es verdad que no les apretaron demasiado porque el botín que trajeron funcionó como un bálsamo. Un solo barco repleto de clavo financió toda la expedición y dejó unos pocos beneficios. Evidentemente, el dinerito ayuda a que todo el mundo esté más tranquilo y que las cosas raras se vayan olvidando poco a poco. Hay que mirar hacia delante, la prioridad es la siguiente expedición.
Elkano ignorante
Uno de los que escuchó el relato del viaje por boca de Elkano fue el italiano Pedro Mártir de Anglería, un cortesano, erudito, habitualmente calificado como humanista, y tremendo elitista que por esa época escribía las primeras crónicas de la conquista de América desde la perspectiva heroica que quería imprimirle su amado monarca. Suyas son las Décadas del Nuevo Mundo, donde se describe también, como de pasada, la vuelta al mundo de Magallanes y Elkano, 17 páginas de relato en los que no se menciona ni una sola vez a Elkano. Ni una sola vez. Como si no lo hubiera visto en la corte. Como si no hubiera hablado con él. Como si Elkano fuera un fantasma que hubiera traído el barco desde Tidore entre las tinieblas de las costas africanas, sin esfuerzo, con el viento de la magia negra.
En las Décadas Elkano no tenía nombre, no tenía la talla para entrar a los libros de Historia. Elkano era un simple marinero con suerte de haber sobrevivido, nada más. En el imaginario angleriano, a la cabeza de la lista heroica se sitúa el gran Hernán Cortés, noble conquistador, visionario, consciente de su papel en la Historia. Magallanes también es digno de admiración, ha dado su vida por evangelizar a los nativos asiáticos y, sobre todo, lo ha hecho al servicio del rey bueno, su rey, abandonando/traicionando al de Portugal, lo que también merece un premio. Caramelos para Magallanes. Y luego está el pobre Elkano, el flacucho, el vizcaíno que no habla, que se trae a tres infieles moluqueños como si fueran sus hermanos, que no es noble, ni militar, ni conquistador, un personaje secundario, achantado por las circunstancias, acojonado con tanto poder que tienen sobre él, que podía ser castigado tanto por un rey, el de Castilla, por incumplir las instrucciones reales, como por el otro, el de Portugal, por navegar por sus aguas sin permiso, o por ambos porque además son primos o tíos o una mezcla enferma de un poco todo. Ese así no. Fuera de la Historia, ignorante.
Anglería conoció a un Elkano curtido, que acababa de dar la vuelta al mundo, con la mente abierta por todas esas increíbles experiencias. Sin embargo, Anglería no reconoció a ese Elkano, aunque lo tuvo enfrente. En su relato, que es el oficial, el cortesano adhirió a Elkano la pegajosa etiqueta de ‘ignorante’, una etiqueta que todavía arrastra a sus espaldas. Es increíble. Das la primera vuelta al mundo y te llaman ignorante. Mucha gracia no le tuvo que haber hecho. Traes el barco desde Tidore, sin ninguna parada en tierra hasta Cabo Verde, 20.000 km de una, cinco desesperados meses en alta mar, muriéndote de frío, de calor, de hambre y de enfermedades, tirando cadáveres de hermanos por la borda a un ritmo de uno cada dos días, para que al llegar el señorito que no sabe manejar un aparejo te llame ignorante. Es como para meterlo a él en el barco a ver cuánto aguanta. Para el segundo día se lo hubieran comido las ratas sin dejar el sombrero. Sabio, él, que no sabe ni por dónde le pega el viento, que no tiene ni idea de mar, de navegación, de astronomía, de barcos, de mercadería, de diplomacia, ni de psicología humana. El plumillas que no tiene vida propia pero se atreve a contar las vidas de los demás. Y mientras Elkano, que demostró su genialidad y dominio en todos esos campos, ignorante.
La corte, como la Historia oficial, es un club privado donde solo entran egocéntricos con delirios de superioridad. Elkano no lo fue y Anglería le cerró el paso. No podía ser socio del club porque sus orígenes lo impedían. Elkano estaba vetado por ignorante. No había gesta que pagara su membresía. Había dado la vuelta al mundo sobre un barquito agujereado, el mayor hito de la historia de la navegación, pero ni por esas. Para los selectos miembros del club siempre sería eso, un ignorante.
Anglería le arrebató la voz a Elkano y se ha mantenido así durante 500 años. Quizá tenga que ver el hecho de que Elkano no era noble. En la historia del imperio es irrespetuoso nombrar a ningún plebeyo, iría en contra el orden natural de las cosas. O, quizá, tenga que ver el hecho de que Elkano cuestionó los cálculos sobre el tamaño de la tierra que manejaban Castilla y Magallanes para afirmar, frente al rey de Portugal, que las islas de las Molucas eran suyas, no de Portugal. Sea por la razón que fuere, el esfuerzo para enmudecer a Elkano ha sido implacable. Cánovas del Castillo, el todopoderoso hacedor de historia del siglo XIX, lo tachó de ‘humilde maestre’ y, en el siglo XX, el cosmopolita escritor Zweig lo tildó de ‘traidor’, curiosamente, invitando de nuevo a menospreciar las capacidades intelectuales y morales del marino vasco, en la línea de esa constante campaña de estereotipación.
La hipotesis del Elkano humanista utópico
Anglería etiquetó a Elkano como ignorante, indigno de entrar a su club, y desde entonces nadie ha cuestionado la cabeza de chorlito atornillada a su figura. Ha seguido siendo un dogma de la historiografía oficial española. El problema con ese dogma es que Elkano tenía pensamiento propio, como todos nosotros, y que puede que ese pensamiento se haya quedado registrado. Es la hipótesis del Elkano humanista que varios aficionados a la historia estamos tratando de adelantar.
De hecho, ha hipótesis del Elkano humanista y antimperialista, en contra de las guerras y que soñaba con utopías, está ganando fuerza. La base de la hipótesis es la crónica de viaje del secretario real Maximiliano Transilvano, escrita en octubre de 1522, poco después de la entrevista con Elkano. Sostengo que la última parte de aquella crónica, que relata lo ocurrido tras la muerte de Magallanes, es una traducción al latín del relato escrito por el capitán Elkano. Presento cuatro razones principales para ello. La primera es que Elkano como capitán debió escribir, y efectivamente escribió, los sucesos más importantes del viaje entregando una copia al secretario real. La segunda copia, según él mismo en el interrogatorio con Leguizamo, la dejó en Sevilla, en manos de Sámano. La segunda de las razones es que el secretario Transilvano no dio la vuelta al mundo, y que escribió el texto a todo correr, en octubre de 1522. No tuvo tiempo para inventarse nada sustancial. Tampoco tenía ninguna otra manera de conocer lo que había ocurrido en el viaje. Y tampoco es creíble atribuirle las ideas contenidas en la utopía de Borneo porque, simplemente, él no pensaba así. La tercera de las razones es de estilo, parecen dos crónicas en una sola: la de Magallanes primero y la de Elkano después, como si se hubieran pegado una detrás de la otra. La crónica “de Transilvano” no está escrita por la misma persona. La cuarta y la última de las razones es la más poderosa, y la más decisiva. Más tarde, en 1557, con Elkano ya 30 años muerto, cuando el historiador Fernández de Oviedo comparó ambos textos, confirmó que el de Elkano y el de Transilvano eran “quasi la misma”.
“Yo he seguido la relación que Johan Sebastian del Cano me dió, que es aquel capitán que volvió a España con la nao Victoria (como adelante se dirá), é quasi la misma relación que yo sigo escribió el bien enseñado secretario de César, llamado Maximiliano Transilvano, al cardenal Salceburgense.” (Fernandez de Oviedo 2011 (1535): libro XX. Capítulo 1, pag 15)
Si ambos textos eran “casi iguales”, Oviedo está afirmando que Transilvano tradujo a Elkano, ya que la inversa no es posible. Además, al leer el relato de Fernández de Oviedo también se aprecia que es muy parecida a la versión de Transilvano. Por lo tanto, tanto Transilvano como Oviedo siguieron el relato escrito por Elkano que tenían delante. Ambos copiaron el mismo texto de Elkano, no se me ocurre ninguna otra explicación.
Por todo ello, se puede afirmar con cierta contundencia que ese relato de Transilvano recoge el de Elkano o que, al menos, se basa en el de Elkano hasta ser ‘casi el mismo’. Si todo eso es así, la conclusión es que Elkano pensaba por su cuenta: estaba de acuerdo con las tendencias humanistas avanzadas de la época, recordemos a Erasmo o a Moro, y se atrevió a imaginar en las islas malayas una utopía que contrastaba tanto con la política imperial de expansión castellana como con el carácter evangelizador y belicista de Carlos I.
Animo a cualquiera a leer la crónica del viaje escrita por Maximiliano Transilvano, sobre todo la parte de la utopía de Borneo. Es un texto breve, realmente sorprendente. Los valores humanistas y republicanos que despliega son extraordinarios para su época.
Demasiado rebelde
Mi conclusión personal es que el pensamiento de Elkano tenía fuertes influencias humanistas, que escribió en contra de los reyes belicistas, que no estaba a favor de las nuevas tendencias políticas expansivas y que respetaba el paganismo de los pueblos exóticos que visitó.
Si la hipótesis del Elkano humanista resulta ser cierta, eso alumbra otro Elkano. La utopía de Borneo representa un claro contraste con la Europa decadente e imperialista. Se trata de las lecturas críticas propias de la periferia rebelde, no las de un ignorante, pese a esa manía condescendiente que tiene la Corte por igualarlas. Elkano no era un ignorante, sino una anomalía que había que neutralizar. ¿Qué anomalía? Salir de la periferia rebelde que era Getaria en la época de los comuneros, para convertirse en una leyenda mundial.
Elkano quedó fuera de la Historia porque la Historia es un club privado que no admite a personas humildes, periféricas y críticas como él. Y la verdad es que la historiografía oficial lo neutralizó de una manera bastante efectiva durante 400 años, hasta el punto de que a nivel mundial Magallanes es más conocido que Elkano, a pesar de que la vuelta al mundo fuese idea suya y Magallanes ni siquiera la culminó. El personaje que hoy se homenajea es un mito creado hace poco más de 100 años. Para hacerlo socio del club y rescatarlo de 400 años de olvido, tuvieron que reinventarlo como Del Cano, un convencido militar imperialista, de familia con abolengo, valiente, leal a la Corona y fervoroso cristiano, pero esa inventada daría para otra entrada y, además, no es nada nuevo, ya está suficientemente documentado en el magnífico ensayo de Enrique Santamaría “La vuelta de Elcano. El molesto triunfo de la gente corriente” que Eusko Ikaskuntza ha publicado este mismo año.
Debe estar conectado para enviar un comentario.