Filólogo

Pocos han realizado una labor tan extensa y fundamental como la de Carlos García Gual en relación a la herencia greco-romana para este país. Traductor incansable, crítico y escritor, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Española (RAE) desde 2019, ha recibido a lo largo de su dilatada carrera el Premio de traducción Fray Luis de León (1978), el Premio Nacional a la Obra de un Traductor (2002), el Premio José Luis Sampedro de Getafe Negro (2019) y el Premio Internacional Alfonso Reyes (2020).
Juan Alberto Vich— Dirige la colección Clásica de Gredos —también su Biblioteca Universal—, una de las publicaciones más valoradas en el mundo académico. Sabrá de su recepción en el mercado. Apreciado Carlos, ¿son vacas flacas para la filosofía, se mantiene constante su interés o nos sorprendería su demanda?
Carlos García Gual— La “Biblioteca Clásica Gredos” publicó 415 tomos de traducciones de los clásicos griegos y latinos, entre 1977 y 2007. Fui uno de los fundadores, y dirigí y asesoré los volúmenes de la serie griega, que es algo más extensa que la serie latina. (La editorial Gredos fue vendida a la editorial RBA , con sede en Barcelona, hacia el año 2000) . En su conjunto sigue siendo el intento más amplio de verter al castellano los textos griegos y latinos de la gran literatura antigua, en un sentido amplio, ya que junto a los grandes textos literarios y filosóficos ahí quedan textos de ciencia como el Corpus Hipocrático y numerosos autores nunca antes vertidos al español. Fueron muchos los traductores que colaboraron en esas versiones, todos profesores de griego y latín en Universidades e Institutos de Enseñanza Media. La BCG no tuvo nunca apoyo oficial, y fue un proyecto de unos editores amantes de la filología y el mundo antiguo.
J. A. V.— El gusto que el mundo clásico continúa suscitando en la actualidad es claro, más aún viendo el éxito que edición tras edición siguen cosechando, anualmente, las jornadas de la antigüedad que se celebran el Koldo Mitxelena (motivadas y dirigidas por nuestro amigo común Javier Mina desde hace más de 25 años). Pude saludarle allí por primera vez, después de una conferencia a la que no pude asistir por aforo completo y al día siguiente durante la exposición en la sala Ganbara. La filosofía clásica seguirá interesando porque, con sinceridad, no nos separan tantas cosas de los griegos antiguos como cabría esperar… los temas que abordaron hace más de dos mil años, siguen siendo para nosotros fundamentales. ¿Qué sería más conveniente, definir el clásico como aquel que interesa para toda época o, en cambio, como aquel que no pertenece a ninguna época concreta?
C. G. G.— “Clásico” en mi opinión es un texto que sobrevive a su tiempo y que puede ser releído a distancia, porque guarda un mensaje de verdad, belleza o sensibilidad que conmueve e interesa mucho más allá de su época. De las muchas definiciones al respecto, citaré una, la de J.L. Borges: “Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones , o el largo tiempo, han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos, y capaz de reinterpretaciones sin término.”
J. A. V.— Heidegger, en respuesta a Sartre, criticó todo humanismo como uno esencialista. A su estela, Sloterdijk muestra su rechazo… Existe una corriente que interpreta la educación como «domesticación», haciendo tambalear el proyecto humano. Sospecho la respuesta (y la comparto), pero quisiera conocer su argumentación, ¿entiende la cultura como una restrictiva o liberadora? ¿Cuáles serían, empero, los límites que no debería rebasar?
C. G. G.— Sí, creo que en nuestra sociedad de masas algunos gobiernos interpretan la educación como “domesticación” o preparación para un profesión o colocación social, que permita ganar dinero y ser útil en el engranaje comercial, y desdeñan lo que antes se llamaba formación intelectual. La cultura por sí misma no es rentable y esos planes de educación atentos sólo a lo utilitario desdeñan como un lujo innecesario para la mayoría de los súbditos y clientes de una sociedad de productores y consumidores.
J. A. V.— La filosofía nace como una racionalización del mito, como pensamiento crítico ante éste. Se interpreta, bajo la presente concepción, como una superación. Sin embargo, el sistema cognitivo humano ni puede (ni debe) obviar el mito… El ser humano tiene la capacidad de pensar una misma cuestión bajo diferentes ópticas, ¿considera algunas mejores que otras o —como en mi opinión— considera que cada una cumple su función en según y qué esfera?
C. G. G.— He escrito muchos libros sobre mitos y mitologías, y me es difícil contestar en breve. Creo que los mitos ofrecen un mundo imaginario de enorme atractivo y que el legado mítico es de una extraordinaria fascinación. Nuestra mitología clásica reaviva nuestra cultura a través del arte y de la muy variada literatura grecolatina. La mitología no está ligada a la religión, sino al arte y la cultura como una herencia fabulosa.
J. A. V.— ¿Cómo interpreta las readaptaciones de los clásicos? ¿Las considera necesarias para acercar al público a contenidos que no acostumbra o, más bien, lo considera innecesario?
C. G. G.— Las relecturas y adaptaciones de los clásicos están ya en la tradición antigua. Ulises, Edipo, Medea, etc. perviven en variados textos e interpretaciones. La mitología griega no viene de una religión dogmática ni está fijada en un único texto sagrado o una Biblia. Al contrario, perdura con sus variantes en la espléndida tradición poética, ya que sus figuras, dioses y héroes, se prestan a nuevas lecturas y reinterpretaciones. Pensemos, p. e., en las versiones sobre Prometeo, o Edipo, a lo largo de siglos.
J. A. V.— Es posible pensar en un futuro apocalíptico —quizá, y por desgracia, no tan lejano ni ilusorio— de una sociedad sin bibliotecas privadas. Usted sintió la inquietud lectora a partir de la biblioteca de su abuelo, como tantos. ¿Qué esperanzas quedan si el abuelo no tiene biblioteca, si el ánimo lector no encuentra objeto relevante?
C. G. G.— En una sociedad de cultura audiovisual y de consumo masivo, de móviles y pantallas y espectáculos de masas, el mundo de las lecturas de los clásicos, y no sólo éstas, está muy amenazado. Los superventas y las series y programas de televisión se imponen, con toda la fuerza de lo mediático y de pronto consumo, y frente a ese ruido y las cascadas de imágenes que nos envuelven y acosan, la lectura lenta y atenta no puede combatir. Pero siempre quedan adeptos, no sólo por influencia de la escuela (que es muy importante), sino por el propio carácter de las personas. Las más sensibles o las más rebeldes a la ubicua presión mediática y a los medios de diversión ruidosos y masivos seguirán leyendo y pensando y eligiendo sus lecturas, y entre ellas, las de los clásicos de una u otra época, que afortunadamente están hoy muy asequibles y al alcance de todos. Sólo hay que escapar del ruido y de las presiones de una sociedad alienante. La escuela ayuda menos que antes a la afición a la literatura y a la crítica, y saber escapar de la atmósfera opresiva es uno de los retos de nuestro tiempo.
J. A. V.— Con respecto a su labor en la Real Academia Española (RAE). Por mucho que digan que el lenguaje está vivo y que vive por y para quienes lo hacen vivir, ¿no debe la academia rechazar tendencias pese a que sean, cada vez, más habituales? ¿No puede ser la siempre-aceptación, germen destructor de la regla y del bien hacer?
C. G. G.— La RAE recoge las palabras nuevas que ya circulan, y trata de definir su uso actual, precisando los significados y matices del vocabulario de nuestro amplio mundo hispanohablante, con atención y cuidado a las variantes y usos diversos, señalando neologismos y arcaísmos en el repertorio de nuestra lengua, pero no trata de legislar ni imponer reglas al margen de los usos. Es una institución que trata de limpiar y fijar la lengua, de acuerdo con su lema, y en esa labor ha mantenido un merecido prestigio.
J. A. V.— Carlos, agradezco infinitamente el rato que nos ha dedicado. Seguiremos leyendo sus publicaciones con el entusiasmo que transmite. ¡Gracias por todo y un abrazo!
C. G. G.— A usted por las preguntas. Un saludo afectuoso y que siga tan activo como hasta ahora en su tarea de animador cultural.
Debe estar conectado para enviar un comentario.