Un marino llamado Juan Sebastián Elcano

Daniel Zulaika
Médico e Historiador

Imagen: Rosa Mariscal

No fue por casualidad que Juan Sebastián culminara la primera circunnavegación de la tierra. En su Getaria natal había aprendido desde niño el arte de navegar y el mando de los hombres.

Marino, emprendedor y comerciante

Elcano era un hombre de mar, un marino que nació en Getaria, una villa de 1.700 habitantes asomada al Cantábricoi. En ella había maestres, marineros y grumetes, pero además, un entramado económico y social de varios siglos de recorrido, de comerciantes, transportistas, inversores, seguros, astilleros, ferrerías, carpinteros y calafates. Juan Sebastián pertenecía a una familia de marinos y comerciantes. Su padre, Domingo Sebastián, era maestre, capitán de barco, y era el decimotercer getariarra que más impuestos pagaba, lo cual reflejaba su situación acomodadaii. Si consideramos únicamente los maestres de la villa, Domingo Sebastián se encontraba en tercer lugar en el pago de impuestosiii.

En la familia Elcano varios de los hijos siguieron el camino del padre, entre ellos el propio Juan Sebastián y su hermano mayor, Sebastián, al que en 1517 encontramos en Messina como factor del comerciante Domingo de Arrona vendiendo hierroiv. En la expedición a la Especiería de Loaysa, que partió en 1525, tres años después del regreso de Elcano, embarcaron con Juan Sebastián tres hermanos suyos, Martín Pérez, piloto de la nao Santi Spiritus, Ochoa Martínez de Elcano, piloto y maestre de la nao San Gabriel, y Antón Martín, maestre de la carabela El Parralv. Los cuatro fallecieron en aquella desdichada empresa.

De Juan Sebastián no tenemos ningún retrato y los cronistas que le trataron, como Fernández de Oviedo o Maximiliano Transilvano, no dejaron ninguna descripción suya. Respecto a su forma de ser y de hacer, lo primero que tenemos que decir es que era un emprendedor. Desde muy temprano muestra una inquietud y una ambición que le hacen destacar. En su juventud, participa en diferentes hechos de guerra en el Levante (Italia) y el norte de África con una nave de 200 tonelesvi. Para adquirirla había solicitado un préstamo a unos mercaderes saboyanos siendo el aval la propia embarcación. Al no abonarle el rey los honorarios por su participación en aquellos hechos bélicos, tuvo que entregar su barco a los prestamistas. Pero vender o entregar una nave a extranjeros era un delito porque se podía utilizar como barco de guerra en contra del propio país. Por eso, desde entonces, Elcano se encuentra en una situación problemática desde un punto de vista legal. Es una situación que le preocupa mucho, por lo que una de las primeras acciones que va a realizar tras dar la vuelta al mundo es solicitar el perdón al rey, que se lo concede el 13 de febrero de 1523vii.

Una segunda característica de Elcano es que es un hombre que no se rinde ante las adversidades. Tras entregar su barco a los saboyanos y arruinarse, acude a Sevilla para volver a empezar. Llega a esta ciudad en 1518, incorporándose el sábado 8 de enero de 1519 a la construcción de la armada de la Especiería, inicialmente como contramaestre de la nao Victoriaviii. Es la primera vez que aparece su nombre en los registros de la expedición. Como hombre de gran experiencia en el mar, y probablemente también por la influencia de sus conocidos vascos de Sevilla y de la propia Casa de la Contratación, en marzo es nombrado maestre de la nao Concepciónix.

Tras la partida de la expedición, y como consecuencia de los continuos enfrentamientos entre Magallanes, portugués, y los demás capitanes, castellanos, surge el conflicto abierto. Al levantarse en armas estos últimos en la bahía de San Julián (Patagonia argentina), el 1 de abril de 1520, Juan Sebastián toma parte activa y destacada en el motín. Sin embargo, Magallanes aplasta la rebelión y condena a muerte a 40 amotinados. Como no puede prescindir de un número tan elevado de expedicionarios, perdona a la mayoría. Elcano es uno de ellos y, aunque salva la vida, es degradado a marinero de la Victoria y condenado a trabajos forzadosx. Realiza los trabajos más duros durante los cinco meses de invierno que permanecen en San Julián. Podemos afirmar casi con toda seguridad que continuó degradado hasta la muerte de Magallanes en Filipinas un año después. Es entonces cuando recupera el mando como maestre de la Victoria y cinco meses después, en septiembre de 1521, es elegido capitán de esta nao, cargo con el que llega a Sevillaxi. Toda esta peripecia nos habla de su extraordinaria capacidad de resistencia.

Pero además, Elcano tiene una cabeza ordenada y es un hombre previsor y organizado. Así, en su testamento, tiene la precaución, previendo lo que sucederá posteriormente, de indicar que los donativos que hace a las iglesias sean pagadas del dinero que el rey le debe y que, mientras que ello no ocurra, no existirá la obligación de cumplir ninguno de aquellos compromisos. También en el testamento vemos su minuciosidad en el reparto de sus bienes entre sus herederos. Y este orden también se manifiesta cuando, tras la muerte de Magallanes y la destitución de Carvallo, además de capitán, es nombrado tesorero y contador de todas las mercaderías. Y la razón serían las cualidades y la experiencia comercial que atesoraba. Desde entonces los intercambios con los naturales de las islas se asientan en el libro del contador y tesorero, algo que, como él señala, no ocurría ni con Magallanes ni con Carvallo.

El líder

Pero si hubiera que destacar una característica de Elcano, sería su liderazgo. Cuando es nombrado capitán, uno de sus primeros actos es dar el rumbo, la derrota, a la tripulación. Es decir, indicar de forma clara a dónde van y cuál es el objetivo de la expedición. Esto es algo que, como también indica el propio Juan Sebastián, ni Magallanes ni Carvallo hicieron y fue una de las causas del motín contra Magallanes.

Es un capitán que consulta a sus hombres en las decisiones importantes. En dos ocasiones, que sepamos, pide su parecer a la tripulación. La primera ocurre hacia el final de la travesía del Índico, cuando la situación se complica por el escorbuto, las vías de agua, el frío y la falta de alimentos. Al plantearse ir a tierra, a Mozambique, Elcano somete la propuesta a votación y la mayoría decide continuar sin bajar a tierra. Y acepta la decisión. Lo mismo ocurre poco después en Cabo Verde. Pero aquí la situación es tan desesperada que, por mayoría de votos, se decide desembarcar y correr el riesgo de ser capturados por los portugueses. Es una actitud que no tiene nada que ver con el liderazgo mucho más rígido y ordenancista de Magallanes.

Pero Juan Sebastián es también un hombre capaz de tomar decisiones difíciles e imponerlas cuando es necesario. Al partir la Victoria en solitario de las islas Molucas se produce un duro debate. El maestre de la nao, el griego Miguel de Rodas, y el piloto, el también griego Francisco Albo, excelentes profesionales, defienden la vuelta por la “ruta de los portugueses”, por el norte del Indico, un trayecto mejor conocido y seguro. Se trataría de una decisión correcta desde un punto de vista náutico. Sin embargo, “el capitán vizcaino”, como es nombrado en la crónica, impondrá su criterio y se internarán en el Indico sur, por una ruta desconocida, con vientos y corrientes que constituían una incógnita. Los motivos de Elcano para tomar aquella ruta, mucho más peligrosa, son de otro tipo. No pueden caer en manos de los portugueses porque ellos, y solo ellos, tienen una información extraordinaria, la existencia de una ruta, el estrecho de Magallanes, para alcanzar las islas de las Especias por América. Y si son capturados por los portugueses, ese valioso conocimiento no llegará a Sevilla con todas las consecuencias que ello acarrearía.

El liderazgo de Elcano se muestra de manera especial en la preocupación que manifiesta por sus hombres. Cuando al llegar a Sanlúcar escribe al rey informándole de su llegada, no pide mercedes para sí, sino que le solicita que interceda ante el rey de Portugal para que libere a sus trece hombres que han quedado apresados por los portugueses en Cabo Verde.

En resumen, Elcano tiene muchas de las cualidades de un líder moderno, iniciativa, ambición, una mente ordenada, capacidad de organización, no se rinde ante situaciones adversas, marca objetivos claros, implica y escucha a sus colaboradores en las decisiones, y se preocupa por ellos. Además es un hombre discreto, tiene capacidad de mando, es práctico, eficaz y tenaz. Se plantea los objetivos y hace todo lo posible para llevarlos a cabo. No es de extrañar que fuera elegido capitán por sus hombres, como señala Albo:

la gente eligió por capitanes a Juan Sebastian e a Joan de Espinosa (se refiere en realidad a Gonzalo Gómez de Espinosa), e por tesorero e contador de todas las mercaderías al dicho Joan Sebastian”xii.

El hombre

En otro orden de cosas, hay dos facetas de su personalidad, que pertenecen a una esfera más íntima, que queremos destacar: su religiosidad y la relación con cinco mujeres que, de una forma u otra, influyeron en su vida. Y es su testamento el que nos va a dar información sobre ambos aspectos. Como señala Romero Tallafigo, uno de los historiadores que más ha estudiado el testamento de Elcano, “un testamento es una crónica de aconteceres desde el nacimiento del testador hasta el instante de la firma, un retrato de la persona, un reflejo del alma”xiii.

En el caso de Juan Sebastián, un hombre profundamente religioso, como lo era la sociedad de su época, el momento de redactar las últimas voluntades es también el momento de rendición de cuentas y de cumplir con las promesas realizadas. El elevado número de iglesias, ermitas y hospitales que aparece en las mandas de su testamento, de las que diez corresponden a Getaria, es una muestra de ello.

Por otra parte, cuando llegan a Sevilla lo primero que hacen es acudir a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria en Triana y luego a la catedral a cumplir con las promesas realizadas. Están próximos en su memoria dos momentos terribles que han sufrido en el regreso desde Tidore. El primero fue una tormenta tropical, probablemente un ciclón, en los mares de Indonesia. Ante su violencia hicieron la promesa de, si se salvaban, ir en procesión a Nuestra Señora de la Guía. La segunda tormenta les alcanzó en el cabo de Buena Esperanza cuando rompieron el palo del trinquete. Es Arteche el que mejor ha recogido el momento,

La tormenta anuncia su amenaza el día 16 (de mayo). Los navegantes aferran las velas apresuradamente. Todas las escotillas son herméticamente cerradas. Una fría lividez invade el ámbito. La nao es lanzada de una a otra ola; tan pronto en lo alto de una montaña de espuma como en lo hondo de un abismo […]. Una y otra vez la Victoria desaparece, pero emerge siempre con la quilla casi al aire, vertiendo a cada banda ríos de agua…. De pronto, un chasquido siniestro hacía la proa. El huracán ha roto el mástil y verga del trinquete”xiv.

El testamento de Elcano nos muestra no solo sus bienes y creencias, sino también sus querencias. A través del testamento, Elcano trata de paliar y de hacerse perdonar los agravios que considera que ha realizado a lo largo de su vida. Además, nos da una información muy valiosa sobre cinco mujeres, en realidad cuatro mujeres y una niña, que tuvieron una especial significación para él, así como las circunstancias que las rodearon, lo que nos sirve también para entender mejor el papel de la mujer en aquella sociedad de los albores de la Edad Moderna.

Después de las mandas relacionadas con la salvación de su alma, misas, redención de cautivos y donaciones a iglesias y ermitas, la persona que Juan Sebastián cita en primer lugar, ocupando por tanto un lugar preeminente en sus pensamientos, es Mari Hernández de Hernialde, vecina de Getaria y madre de su hijo Domingo, su heredero, a la que ordena se entreguen 100 ducados de oro (37.500 maravedís). Y motiva su decisión en base a que, ”por cuanto seyendo moza virgen hube”xv. En el documento, en una nota al margen, al lado del nombre de Domingo, aparece escrito “Hijo de soltera”xvi.

No conocemos más datos sobre esta mujer ni sobre su relación con Juan Sebastián, si fue una aventura, una relación prohibida por la familia, ….. Sí sabemos que Mari no sabía firmar ni escribir, algo habitual en aquella época. En 1538, dieciséis años después de regreso de Elcano, Mari Hernández de Hernialde todavía no había cobrado su parte correspondiente de la herencia, por lo que, conjuntamente con María Vidaurreta, la madre de la hija de Elcano, interpone un pleito contra Catalina del Puerto, madre y heredera de Juan Sebastián.

La segunda citada como beneficiaria en el testamento es su hija, una niña recién nacida, cuyo nombre desconocemos. Elcano ordena que cuando cumpla cuatro años sea llevada a Getaria y que, cuando se case, reciba 400 ducados como dote (150.000 maravedís) así como el arreo y ajuar, lo que le permitiría hacer una buena boda. Las condiciones que le impone reflejan la supeditación de la voluntad de las mujeres, y de los hombres, a las estrategias e intereses de las familias a las que pertenecen. Queda bien claro que, si no se casa con quien el cabeza de familia decida, no recibirá nada. Duras palabras que, sin embargo, en aquella época eran moneda corriente,

con tal condición e pacto que ella sea casada con consentimiento e por mano de mis testamentarios e cabezaleros e de mi heredero; e si se casase sin licencia dellos, que no le den blanca ni cornado; e desde agora fago la desheredación como si entonces fuere vivo”xvii.

Las mandas del testamento de Elcano respecto a su hija nos conducen a interesantes reflexiones sobre esta época. Al igual que había sucedido con Maria -la hija natural del padre de Elcano-, criada como hermana con Juan Sebastián, la hija natural de Juan Sebastián debe ser llevada a la casa familiar. Los hijos ilegítimos se consideraban parte integrante de la familia, constituyen un valor, y por eso se deben incorporar al núcleo familiar.

Así pues, el testamento nos muestra cómo el matrimonio en aquella época no se traducía en una unión por amor, sino que era un pacto efectuado entre los padres de los futuros contrayentes. Con frecuencia, y este caso es paradigmático, se dejaba esta cuestión cerrada en el testamento, obligando a los hijos de este modo a cumplir con la voluntad de sus padresxviii. Casarse era ante todo un contrato económico entre familias en la que los sentimientos habitualmente no tenían cabida.

En el caso de la hija de Elcano, dada la situación de penuria económica en que quedó la familia tras el fracaso de la segunda expedición a las Molucas, difícilmente se le hubiera podido dotar de una cantidad tan elevada como la estipulada por Juan Sebastián. En todo caso, en 1538, los dos hijos, niño y niña, de Juan Sebastián habían fallecido.

Maria de Vidaurreta, vecina de Valladolid, madre de la hija de Juan Sebastián, ocupa el tercer lugar en el orden de las mandas. De ella sabemos que era viuda y que no sabía firmar. Los motivos por los que Juan Sebastián le deja 40 ducados (15.000 mrs) son muy reveladores,

mando a la dicha Maria de Vidaurreta, madre de la dicha mi hija, por la crianza della e por descargo de mi conciencia cuarenta ducados”xix.

Podemos imaginarnos la situación en que se produjo esta relación. Elcano se encontraba en Valladolid tras haber dado la vuelta al mundo en el momento de mayor gloria. Y es entonces cuando conoce a Maria Vidaurreta. Unas palabras tan reveladoras de Juan Sebastián como el descargo de mi conciencia nos hacen pensar en promesas incumplidas.

En un testamento en el que se dilucidan temas de gran calado e importantes cantidades económicas, llama la atención la referencia de Juan Sebastián con una prima: “mando a Isabel del Puerto, mi prima, una saya de cuatro ducados”xx. No cabe duda de que le tendría un especial cariño para mencionarla expresamente y dejarle un vestido, No era un bien barato, puesto que los 1.500 maravedís equivalían al sueldo de un mes de un carpintero o de un calafate.

Finalmente, cita a su madre, Catalina del Puerto, nombrándola heredera universal. Ello deja bien a las claras el cariño y el respeto que Juan Sebastián le tenía. Catalina fue una mujer de carácter que, a la muerte de su marido, se convierte en el eje de la familia. Posteriormente pleiteó durante largos años con el rey por lo que le debía a su hijo.

Epílogo

Al cumplirse los 500 años de la primera circunnavegación todavía resuenan las palabras de Elcano en nuestros oídos:

“… y más sabrá VM que aquello que más debemos estimar y tener es que hemos descubierto y dado la vuelta a toda la redondez del mundo, que yendo por el occidente hayamos regresado por oriente”xxi.

De esta forma resume aquella gesta irrepetible, navegando por medio mundo en una travesía sin escalas, a la que no fueron ajenos el enorme esfuerzo y sacrificio de aquellos hombres, pero también el liderazgo, la determinación y el conocimiento de los hombres y de la mar de aquel extraordinario capitán vasco que se llamó Juan Sebastián Elcano.

Bibliografía, notas y fuentes:

i ZULAIKA, Daniel, La Getaria de Elcano (1487-1526). Getaria: Daniel Zulaika editor.

https://www.academia.edu/53536314/La_Getaria_de_Elcano_1487_1526_

ii AGUINAGALDE OLAIZOLA, Francisco de Borja. ¿Qué sabemos realmente sobre Elcano?. Resultados provisionales de una indagación llena de dificultades. En: PARODI ALVAREZ, Manuel J., In medio orbe: Sanlúcar de Barrameda y la I Vuelta al Mundo. Sevilla: Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 2016, p. 30.

iii GARCÍA FERNÁNDEZ, Ernesto. La población de la villa guipuzcoana de Guetaria a fines de la Edad Media. En la España Medieval, nº 22: 1999, p. 333.

iv AGUINAGALDE OLAIZOLA, Francisco de Borja. La Getaria de Juan Sebastián de Elcano. Una encuesta genealógica y de cartografía social (1430-1530). Congreso Internacional de Historia Primus Circumdedisti Me. Valladolid, 20-22 de marzo 2018. Madrid: Ministerio de Defensa, 2019, p. 141.

v AGUINAGALDE OLAIZOLA, Francisco de Borja, ¿Qué sabemos realmente ….?, Op. cit., p. 36.

vi MEDINA, José Toribio. Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile desde el Viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo (1518-1818). Tomo I. Santiago de Chile: Imprenta Ercilla, 1888, p. 312.

vii MEDINA, José Toribio, Colección de documentos inéditos… Op. cit., pp. 311-312

viii Colección General de Documentos relativos a las Islas Filipinas existentes en el Archivo de Indias de Sevilla. Barcelona: Compañía General de Tabacos de Filipinas, tomo II, 1519,p.4.

ix Colección General de Documentos…, Op. cit. p.103.

x FERNÁNDEZ VIAL, Ignacio, FERNÁNDEZ MORENTE, Guadalupe. La primera vuelta al mundo. La nao Victoria. Sevilla: Muñoz Moya editor, 2001, pp. 203-204.

xi MEDINA, José Toribio, (1920). El descubrimiento del océano Pacífico. Hernando de Magallanes y sus compañeros. Documentos. Santiago de Chile: Imprenta Elzeviriana, 1920, p. 208.

xii FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Manuel. Colección de los Viages y Descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del S. XV. Tomo IV. Expediciones al Maluco: viaje de Magallanes y de Elcano. Madrid: Imprenta Nacional, 1837, p. 292.

xiii ROMERO TALLAFIGO, Manuel. La persona de Juan Sebastián Elcano. Su testamento. En: PARODI ALVAREZ, Manuel J., In medio orbe. Op.cit. p. 39.

xiv ARTECHE, José. Elcano (2ª ed.). Madrid: Espasa Calpe, 1972, p. 164.

xv FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Eustaquio. Historia de Juan Sebastián Elcano. Vitoria: Imprenta de los Hijos de Manteli, 1872, p. 324.

xvi BERNAL, Cristóbal. Crónicas de la primera vuelta al mundo relatada por sus propios protagonistas en documentos conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla. Sevilla: Cristóbal Bernal editor, 2016, p.747.

https://drive.google.com/file/d/1pGnMnxQ-V47pxm6mW7xWOAfABT1QSqQN/view?fbclid=IwAR1FyiOYQKxiEzMioc3aTT1c1FLZ33p_zp9nW_Fa22R7yfiVFCfwGozvWF4

xvii FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Eustaquio. Historia de Juan Sebastián Elcano, Op. cit., p. 324.

xviii BAZÁN, Iñaki. La civilización vasca medieval: Vida (s) cotidiana (s), mentalidad (es) y cultura (s). Rev. Int. Estud. Vascos. 46, 1, 2001, p. 135.

xix FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Eustaquio. Historia de Juan Sebastián Elcano, Op. cit., p. 325

xx FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Eustaquio. Historia de Juan Sebastián Elcano, Ibidem

xxi ELCANO, Juan Sebastián y otros. La primera vuelta al mundo. Madrid: Miraguano, 2012, p. 12.