Esa luz maga y antigua

-Reseña del Premio Carmen Conde de Poesía 2023 escrito por Estefanía Cabello bajo el título de Muchacha con mirlo en las manos-

Fátima Frutos
Escritora

Fecha de publicación: 30/11/23

Cuando Ana María Martínez Sagi es retratada por Juan Manuel de Prada en su tesis doctoral contamos con la opción de pararnos en unos versos en los que la poeta, anarquista y pionera del feminismo en España, se preguntaba por los espacios en los que se movió humana y creativamente: “¿En qué océanos áureos y arrebatados me hallo? / ¿En qué rompientes duras en qué surcos de fuego? / ¿En qué simas fugaces en qué abismos rugientes me sostengo y me hundo me levanto y me pierdo?”. Del mismo modo, Estefanía Cabello en Muchacha con mirlo en las manos ha realizado un ejercicio de introspección que le lleva a hallar respuestas ante lo vivencial que se aproxima y ante lo artístico-poético que se proyecta.

Cabello comienza su poemario recordando a una grande de las Letras Españolas en el exilio. Ni más ni menos que a Carmen Castellote, la cual, con esa suavidad del frío de la que hacía gala en su poesía, bella como la nieve al sol, nos traslada al tránsito entre el yo personal y el yo poético: “Me retuve a mí misma:/ en una mano la fábula/ y, en la otra, el mundo”. De igual manera, Estefanía transita ávida de sí misma y de la poesía que halla en el camino, entre lo personal y esa luz maga y antigua que alumbran sus versos.

En la primera parte nos encontramos una Estefanía epistolar que recurre a las misivas dirigidas hacia su propia conciencia; mensajes poéticos que tienen a “una amiga invisible” como receptora y confesora de sus profundos pensamientos y vaticinios: “Dormí un tiempo bajo el balanceo de sus hojas/ sin atisbar la tormenta que se avecinaba”. Esta Edad Previa concita el deseo de guardar los restos del pasado como poso de futuro. Es imposible no mencionar en esta parte la viable influencia de la hispalense Julia Uceda. Y sirvan como ejemplo versos de esta última: “Firmo la paz con las cenizas/ de aquel tiempo. Quisiera/ expresarlas, salvarlas”.

La segunda parte, que titula La invocación de los astros es en realidad una diatriba de amor y versos pletórica de confesiones, donde sentirse gratamente desnuda y amada, colmada y feliz por el encuentro con el “visitador de la noche”, lo que supone más destino que casualidad. Versos que retienen la ternura de Pasternak “Él contempla el planeta/ como si el firmamento/ fuese el único objeto/ del afán de sus noches”.Versos que, en definitiva, detentan la calidez de la poeta alzada sobre las montañas que todas escalamos, como lo hicieron en su día escritoras como Dulce María Loynaz, o lo están haciendo en este momento, tal es el caso de Amanda Gorman

El culmen de la obra llega en la tercera y última parte. Esa heredad fértil se refleja en el homenaje a todas sus influencias, a todos sus padres poéticos, a los momentos de inspiración que fueron instantes únicos y, por tanto, llenos de plenitud. Por ahí aparecen Miguel Hernández, Rilke, María Victoria Atencia (especial atención pone en toda la Generación del 50 española, que tiene el regusto de aquella época en la que los niños de la guerra lo fueron también de la creación/redención), y, también, Rossetti, Juan Ramón Jiménez y esos jardines italianos que bien podrían ser recorridos por Antonio Colinas, Alda Merini o Lidia Chiarelli: “Las luces/ se iluminaron para mí/ mientras caminaba/ en las avenidas floridas”.

Estefanía Cabello le va a brindar a la poesía de este país momentos de extraordinaria claridad y grandeza. Amaneceres o instantes que, intuyo, estarán engalanados con la fascinación por grandes mujeres poetas y por el magnetismo que le provocan los vates hechos a sí mismos. De momento, la tenemos mirándose en la crisálida de la noche, en la que pervive; en la que nos hace pervivir a las demás.